Como os contaba ayer, la semana pasada de miércoles a viernes participé en la 1st Nordic Malaria Conference. La idea, que comenzó a fraguarse durante mi estancia aquí el año pasado, consistía en reunir a toda la gente que trabaja con temas de malaria humana y animal en los países escandinavos para que pudiesen aprender todos unos de otros. A primeros de este año recibí la información referente a fechas, inscripción y demás; pero no tenía pensado ir, Ni siquiera cuando supe que finalmente vendría de estancia a Lund, ya que además de no tener mucho que contar, estaba el hecho de la estratosférica cuota de inscripción. Pero finalmente, unos días antes Staffan me dijo que fuera a las charlas, que invitaba la casa. Y como justo coincidió en un parón del laboratorio, pues como para no ir...
Y bueno, ha estado bien, pero sinceramente no le acabo de ver el sentido a juntar a toda esta gente. Seguro que los médicos disfrutaron con nuestras (pocas) charlas con un enfoque ecológico y evolutivo de los parásitos, pero las suyas (muchísimas más, incluyendo trece -¡trece!- de proteínas de membrana de los eritrocitos) eran, como poco, difíciles de digerir... Lo mejor fue volver a ver a mucha gente de nuestro ambiente que, aunque fuera ya de Lund, como todos han ido pasando por aquí pues se acercaron al congreso.
Y un último detalle, que al parecer es norma en todo simposio o similar que se celebre por estas tierras. En las cenas, los sitios en las mesas se deciden por sorteo (sacando un número de una bolsita, por ejemplo), para literalmente “hacer que la gente no se siente con sus amigos y que conozcan a más personas”. No sé a vosotros, pero me parece una solemne tontería: principalmente porque si durante en congreso has conocido a alguien con el que sí tienes interés en contrastar ideas o establecer una colaboración querrás sentarte y charlar con él, y no con cuatro perfectos desconocidos sin puntos en común contigo a los que no vas a volver a ver... Y así me pasé la cena, interpretando el ¿inglés? del japonés que tenía delante mientras a mi lado tres doctores nórdicos que sí se conocían de antes hablaban de sus cosas en su lingua franca.
Y bueno, ha estado bien, pero sinceramente no le acabo de ver el sentido a juntar a toda esta gente. Seguro que los médicos disfrutaron con nuestras (pocas) charlas con un enfoque ecológico y evolutivo de los parásitos, pero las suyas (muchísimas más, incluyendo trece -¡trece!- de proteínas de membrana de los eritrocitos) eran, como poco, difíciles de digerir... Lo mejor fue volver a ver a mucha gente de nuestro ambiente que, aunque fuera ya de Lund, como todos han ido pasando por aquí pues se acercaron al congreso.
Y un último detalle, que al parecer es norma en todo simposio o similar que se celebre por estas tierras. En las cenas, los sitios en las mesas se deciden por sorteo (sacando un número de una bolsita, por ejemplo), para literalmente “hacer que la gente no se siente con sus amigos y que conozcan a más personas”. No sé a vosotros, pero me parece una solemne tontería: principalmente porque si durante en congreso has conocido a alguien con el que sí tienes interés en contrastar ideas o establecer una colaboración querrás sentarte y charlar con él, y no con cuatro perfectos desconocidos sin puntos en común contigo a los que no vas a volver a ver... Y así me pasé la cena, interpretando el ¿inglés? del japonés que tenía delante mientras a mi lado tres doctores nórdicos que sí se conocían de antes hablaban de sus cosas en su lingua franca.
2 comentarios:
Esos buenos rollitos de los sorteos de los sitios son tontadas.
¡Pero lo que yo quería comentar era el 'chiste' del título!
Jeje; ¡original que es uno...! Respecto a lo de la cena, no dije que uno de los tres además se había sentado allí porque sí, pero ni siquiera era su número... bueno, al menos ellos mismos reconocen que es una tontería.
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