31/12/15

Tempête

 Me acerqué ayer a ver a Raúl; prácticamente en las mismas fechas que el año pasado, pero afrontando una meteorología radicalmente distinta... Había temporal, con rachas de viento de 100 Km/h y olas de 6-8 metros: demasiado pues no sólo para el Patarroxa I, que se quedó tranquilamente amarrado en su enganche, sino para prácticamente toda la flota pesquera de bajura. Así, los pesqueros cabeceaban con aire innegablemente triste en el puerto de Portonovo... y también cabeceábamos nosotros, negando, al ver que ningún álcido había buscado refugio en aguas del puerto, para alegrarnos el inicio de una mañana de paseo por la costa.

 Paramos luego un buen rato junto a la ermita de A Lanzada, para hacer el tonto con el viento y sacar fotos del mar...

 ... y para buscar algún colimbo, o alguna otra ave marina, que se hubiese refugiado bahía adentro. Pero estando el mar tan rizado, imposible ver nada. De todas formas, el rédito que no le estábamos sacando al día en lo natural, se lo estábamos sacando en lo paisajístico. Observar la tempestad desde tierra tiene un punto dramático, que se disfruta tanto más como que es un poco falsete: es como ir en montaña rusa o ver una película de miedo, ese placer del terror a un desenlace fatal que, en el fondo, sabemos que no se va a producir.

Al otro lado del istmo de O Grove, el intermareal sí estaba lleno de bichos, aunque demasiado lejos como para disfrutar mucho de ellos por los prismáticos. De todas maneras espátulas, silbones, zarapitos, gaviones, ostreros o correlimos; todos ayudaron un poco a animar la mañana. Mañana que comenzó a torcerse un poco más cuando, al viento implacable, se le unió también la lluvia, cada vez más fuerte. Echamos otro buen rato a cubierto en el Museo de la Salazón, un lugar muy bien montado, creo que alegrándole la mañana al chico que estaba allí, que se le notaba en las ganas que tenía de hablar y de enseñárnoslo todo que no había sido la de ayer una jornada animada en exceso...

Y vuelta a Marín, comer y despedida. Y hasta el año que viene, esperemos que pronto. Que siempre gusta más visitar a los amigos, si viven en lugares tan bonitos. Pero ya sabéis todos, viváis en lugares bonitos o feos, que ha sido un placer compartir un año más con vosotros :-) Os espero por aquí el año que viene, si Dios quiere.

30/12/15

San Cibrao de Las

 Un castro. Ya veis que aunque mis conocimientos de arqueología son prácticamente nulos, y mi interés por el tema levemente superior, de tanto en cuanto os enseño aquí mi últimos descubrimientos en la materia...

 Nos acercamos ayer JaviP y yo al castro de San Cibrao de Las, a escasos 20 Km por carretera de Ourense. Fue Javi el que me habló del sitio y me dijo que quería visitarlo, y llevábamos creo desde las navidades pasadas intentando encontrar hueco para acercarnos a visitar, tanto el yacimiento en sí, como el Parque Arqueolóxico da Cultura Castrexa: el centro de interpretación de la zona, que se ve al fondo en la foto, y que resultó estar muy bien montado.

Había viviendas de todo tipo, desde las más simples a las más lujosas, pero todas correspondían a una fase "madura" del periodo castreño: la población (cuyo apogeo se dio en torno al S. II a.C.) no estaba formada ya por simples chozas circulares de base de piedra y paredes de adobe, y ninguna construcción diferenciada más, sino que cada vivienda consistía en un recinto delimitado por un murete, con su pequeño patio central, al que se abrían diversas dependencias (habitaciones propiamente dichas, cuadras o gallineros, almacenes...)... amén de zonas de uso comunal, como el aira de la foto, establecida sobre un peñasco aplanado. Y sus murallas, sus aljibes... Lo que más me llamó la atención fue aprender allí que, tanta ordenación urbanística como parecía haber, se debía a que, de hecho, todo había sido planificado: aparentemente el castro entero no había ido creciendo poco a poco a lo largo de las décadas, sino que se había desarrollado y construido, como quien dice, "sobre plano". Lo que viene siendo una urbanización de adosados, vaya... si es que está todo inventado.

Aunque la parte que está excavada y se puede visitar es considerable, visto desde el aire se puede apreciar que falta casi todo el trabajo por hacer (una reconstrucción). Mientras (o, "cuando") siga habiendo dinero, se seguirá excavando cada verano, de modo que igual a la vuelta de los años la zona es mucho más impresionante...

 Por "compensar" un poco tanto castro restaurado, subimos antes de irnos con el coche al cercano monte de San Trocado (Torcuato), en cuya cumbre quedan, a los pies de la capilla, los restos de otro castro varios siglos anterior al de San Cibrao de Las: apenas restos de algunas murallas y piedras excavadas.

 Un lugar menos lujoso, pero con unas vistas mucho mejores. En tiempos casi cada cumbre de esta zona tenía su castro, mayor o menor, rodeados de sus campos de cultivo y demás... la verdad es que Orense hace tiempo que no sabe ya lo que es el paisaje no modificado.

 Y ya, de despedida: servidor haciendo el tonto sobre un vértice geodésico...

 ... JaviP aguardando ansioso, mapa en mano, a que entrásemos a ver el castro...

... y una chicharra que pasaba por allí :-)

29/12/15

Skellig Michael

Yo, que soy de natural no excesivamente inquieto y viajero, hay pocos lugares que tenga meridianamente claro que sí quiero visitar, y uno de ellos es Skellig Michael, el cenobio paleocristiano irlandés, austero hasta el extremo: una isla basáltica siembre verde  y tremendamente empinada, rodeada de un mar las más veces bravo, con seis "cabañas" de piedra (más bien iglús, o casi colmenas grandes) en lo alto, las celdas de los monjes, a las que se accede desde el pie del acantilado por una escalera tallada directamente en la roca. Una isla, y no es éste el menor de sus atractivos, ocupada cada primavera por cientos de miles de aves marinas de prácticamente todas las especies norteñas europeas... Una isla, por fin, cuyos espectaculares planos aéreos fueron sin duda lo único que salvo de Star Wars VII: El Despertar de la Fuerza, que fui a ver ayer con Javi y que nos decepcionó hasta el cabreo. El porqué lo han glosado otros tan bien, que me alegra no tener que hacerlo yo mal. Eso, y haber podido salvar el día pensando en Skellig. Qué maravilla de sitio...

27/12/15

50 sombras de blanco

 Volviendo la vista atrás al subir por una de las sendas que, hito a hito, conducen a la cumbre del Aneto, ve uno abrirse poco a poco una de las cabeceras del valle de Benasque. Así lucía cuando fuimos en julio, hace ocho años y medio...

... y así en mayo, un año antes. De donde sólo hay niebla y riscos veníamos, y por ahí nos tocaba bajar de nuevo. Y no es que hubiésemos decidido ascender imprudentemente un día de mal tiempo, pues pocas horas antes el panorama lucía como en la primera foto. Pero es lo que tiene la alta montaña: que donde dije "digo", digo "Diego"...

El mal tiempo en la alta montaña no es cosa de broma, por lo que sorprende que alguien pueda salir a su encuentro por motivos artísticos. Pero hay gente que lo hace, como el fotógrafo Javier Vallhonrat, y ayer pude ver el resultado de su trabajo de un año en Benasque en la exposición Interacciones, en el CGAC, donde fui con Ángel -que ya la había reseñado- como parte de un día en Santiago la mar de aprovechado. Y el resultado de su trabajo me gustó, mucho: parece mentira que cuando uno contempla de cerca obras que, de entrada, parecen estar en blanco y negro (todo roca, nieve y cielos lechosos), resulten luego tener toda la paleta de colores: blanco azulado, de hielo glacial comprimido por el paso de los años. Blanco sucio, donde la nieve acusa el resultado de aludes anteriores. Blanco verdoso y rojizo, según sean las algas microscópicas que, al calor del sol, comienzan a crecer entre los cristales acuosos... mil blancos distintos, retratados en unas imágenes de textura tan conseguida que costaba creer que no rezumaran. Teniendo todo eso, ¿para qué son necesarios tantos textos opacos acompañándolas, explicando lo que deberían transmitirnos? "Para que esto, en vez de una exposición de fotos, sea Arte Contemporáneo". Será...

26/12/15

Las dos torres

 El título os resultará familiar, claro, pero no voy a hablar del libro/película. Película que por cierto volvimos a ver (y disfrutamos mucho) tras nuestra visita a Birmingham, de la que volvimos de un tolkieniano subido; en la grata compañía de los padres (y los gatos) de Andrea. Pero, como decía, no es a ésas dos torres a las que me refiero, sino a las que se ven desde la ventana del salón de casa de mis padres (a la derecha de la foto de hace dos años):

Como os contaba de aquéllas, mucho tiempo echaba yo frente a esta ventana. Leyendo sentado en un sillón la mar de cómodo (y junto al radiador), al igual que ahora cuando voy en el tren, se me iba la vista fuera cada dos por tres, ya fuese porque comenzaban a acumularse un montón de lavanderas sobre el tejado del centro de salud, antes de bajar a dormir a los aligustres de la calle, ya porque pasase una gaviota a la altura de la ventana, ya porque... mil cosas distintas relacionadas con los pájaros, pero nunca la que yo más deseaba: que se posase un halcón peregrino sobre alguno de los dos depósitos de cemento, que a mí se me antojaban una atalaya ideal para tal especie; ideal incluso para criar en ellas, por qué no. Y algún halcón se ha dejado ver de vez en cuando asustando a las palomas, algún alcotán incluso en verano, buscándole las cosquillas a los vencejos, pero no llegaron a ver nunca mis ojos la rapaz en su atalaya. Bueno, ya le tocará a mi sobrina...

24/12/15

Man in black

Esto de la plancha y la música es así como cíclico, y vuelvo a estar metido de lleno en temática country... Y ya sea porque me pilló en una tarde especialmente fervorosa, ya porque el calor de la plancha me recordó el fuego eterno; al escuchar Man in black me pareció una canción tremendamente pro-curas y escatológica... pero vamos primero con el vídeo:


... o aquí con letra, por si se os atraganta el inglés. Pienso en lo que dicen todos los versos, y aunque doy por hecho que la canción no fue escrita originalmente con una intención apologética, a pesar de la estrofa de "llevo el negro por aquellos que nunca leyeron o escucharon las palabras dichas por Jesús...", me gustó mucho la idea: la de que la presencia de los men in black sirviese de recordatorio a la gente de que "a los pobres siempre los tendréis con vosotros" (Mt. XXVI, 11), recordatorio de que las obras de misericordia, para bien o para mal, estarán de moda hasta el fin de los tiempos... cuando espero que nos reencontremos todos vistiendo el suit of white.

23/12/15

Vistiendo una foto alucinante

Me "prequejaba" hace unos días, antes de subir a Orense por Navidad, mientras escribía la cuarta de las entradas sobre nuestro viaje al sur, de que mis paseos a orillas del Miño me sabrían a poco en comparación con lo que otros, los onubenses por poner un ejemplo, podrían ver nada más salir de sus casas. Pues bien, ya no me prequejo, me quejo con todas las de la ley: en toda la ciudad no hay sino mirlos y petirrojos.
Mirlos y petirrojos. Muchos, eso sí. Es una exageración, hasta cierto punto, pero la verdad me pregunto dónde están todas las garzas reales, cormoranes, gaviotas, porrones moñudos o lúganos que se ven otros años, y de los que se ven apenas un puñado, si es que se ven. Se habrán quedado arriba, con el frío. En Cracovia, donde imagino que todavía nieva...

A man feeding swans in the snow. Marcin Ryczek

21/12/15

La "resaca" de la democracia

¿Qué, contentos, tras los resultados de ayer? ¿Aún os dura la "fiesta de la democracia"? ¿Cuántas monjas contasteis al ir a votar?

20/12/15

La puerta de Andalucía (Vertebrados revisited, y VI)

 Una cornicabra Pistacia terebinthus pintada con sus bonitos colores otoñales: una de tantas que ponía aquí y allá, junto con los quejigos, una nota de color en los bosques de Sierra Morena... Por Despeñaperros "se pasa", lo raro es "ir". Por eso nuestros sentimientos eran un poco contradictorios cuando, al diseñar el viaje y pensar en qué hacer el último día, Raquel sugirió que le apetecía conocer la zona: teníamos ganas, por una parte, de ver un sitio relativamente desconocido. Pero por otra parte nos quedaba la sombra de duda de si no sería "desconocido" por causas justificadas, y si no iríamos a malgastar un día...

... pero por suerte no fue así, en absoluto, y echamos un día la mar de entretenido saltando de roca en roca por paisajes preciosos, como podréis ver en esta entrada en las fotos de Raquel. Tras dejar atrás Doñana el lunes y dormir en Linares, nos desayunamos el ocho con la ruta que asciende al Cerro del Castillo, en la orilla este del desfiladero que tanta historia de España ha contemplado. Las vistas desde arriba eran muy bonitas, pero ya sabéis que las fotos que hice de panorámicas, las del desfiladero desde el borde del mismo (ahí estoy, en el centro de la foto, pequeñito, asomado), y las del acentor alpino Prunella collaris que pude ver muy de cerca al acercarme a hacer esas fotos (aquí sí, no como en Benquerencia), se perdieron como lágrimas en la lluvia con mi cámara en Rivas...

 Tras subir al cerro, bajamos luego a la "Cueva de los Muñecos", que se ve en la foto que enlazo arriba. Lo que uno ve en realidad es una gran falla en el acantilado que daría acceso a la cueva en sí, así llamada por haberse encontrado allí miles de exvotos íberos, pequeñas figurillas de hombres a pie y a caballo, como soldaditos de plomo (bueno, de bronce).

 Dejamos la parte del desfiladero y nos internamos en la sierra hacia el este, a Aldeaquemada. El pueblo ya lo conocía, pues habíamos estado anillando aquí en 2009 durante el trabajo de campo de mi tesis, pero no habíamos tenido tiempo de visitar los enclaves de mayor valor paisajístico de la zona, particularmente la cascada de la Cimbarra. La ruta se acerca primero desde detrás, permitiendo ver cómo el agua del Guarrizas, cayendo durante milenios, ha hecho que el acantilado se abra en una estrecha "V".

 Desciende la ruta al pie del salto siguiendo el camino que daba acceso a un antiguo molino y, vista la gran poza que se abre bajo la caída de agua, vuelve a subir, permitiendo ver de nuevo la cascada desde arriba y de frente. El ridículo caudal que llevaba el río no tenia nada que ver con el que lleva cuando arrecian las lluvias...

Y aún visitamos antes de comer otra cascada que bajaba casi seca, la del Cimbarrillo, bastante cerca de la anterior. Que no llevasen agua no le quitaba mucho encanto a la zona, en cualquier caso, y la verdad es que dimos el día por muy bien aprovechado.

 Y despido esta serie de entradas con la foto de un bonito macho de lúgano Spinus spinus, que se afanaba en buscar las semillas caídas de los alisos de la vera del arroyo. Bonito, como bonitos eran todos los sitios que visitamos, como bonitos me parecieron al visitarlos por primera vez en aquella excursión de Vertebrados de 5º de carrera. ¡Qué contento estoy de haberme mudado a Madrid de aquellas, con tantas cosas bonitas como trajo a mi vida...!

Muchas gracias por todo, chicas, ¡hasta que volvamos a salir!

19/12/15

Un día ¿apestoso? (Vertebrados revisited, V)

 Tras pasar allí una segunda noche, el lunes 7 por la mañana dejamos Matalascañas, el pueblo de las rotondas absurdas, escoltados por un cortejo de rabilargos ibéricos Cyanopica cooki. Nuestro plan para el día era rodear la zona de acceso restringido del Parque, al oeste de la cual nos encontrábamos, y visitar la parte accesible situada al este del mismo. Pretendíamos en concreto llegar hasta el centro de visitantes "José Antonio Valverde", y dejar después Doñana camino de Despeñaperros pasando por la Dehesa de Abajo.

 Y eso hicimos, y muy bien que nos fue. A tiro hecho nos habría llevado un par de horas, pero claro, como íbamos parando el coche casi con cada bicho... aunque para eso habíamos ido, ¿no? =) ¡Pobre agachadiza común Gallinago gallinago si no, tan dispuesta que estaba la pobre a que disfrutásemos viéndola!

 Y poco a poco pues, llegamos hasta el centro de visitantes, a que siguiese la fiesta. No se ve muy bien en la foto de arriba, pero lo que Raquel fotografiaba era...

 ... una confiada familia porcina, que atravesaba la marisma suscitando escasa atención entre ánsares y calamones.

 Más fotos desde el centro: un rascón europeo Rallus aquaticus, la especie que da nombre a la familia de los rálidos y que resulta un exponente perfecto del comportamiento del 95% de sus congéneres: aves palustres de voces muy sonoras, pero que muy rara vez se dejan ver al descubierto.

 De hecho, si no fuese por otras especies más confiadas como los calamones  Porphyrio porphyrio o las fochas comunes Fulica atra, creo yo que muchos pajareros morirían sin haber visto nunca un ave de esta familia...

 Vamos ya a dar una explicación del nombre de la entrada: echamos casi todo el día recorriendo sitios como el de la imagen (la marisma de Hinojos, junto a la finca de La Escupidera), con más o menos agua, con una cantidad en general alta de bichos poco frecuentes. Dos de los integrantes del grupo estábamos encantados y nos tiraríamos allí una semana, pero la segunda... también, aunque con reservas: a la segunda, sitios como el de la imagen "le apestan", ¿os lo podéis creer? Y se salvan y merece la pena ir por los bichos que en ellas hay, pero desde luego, puestos a pasar un fin de semana, mucho mejor un hayedo navarro. Desarrollamos pues durante ese día el apestómetro: la escala con la que medir el grado de horror que le producían a nuestra amiga los lugares visitados durante nuestras excursiones, una escala en la que ¡Monfragüe! estaría en el 1 y Villafáfila, como lugar más horroroso de la geografía española, el el 10. Y nosotros dos nos quedamos consternados al descubrir lo alto que puntuaban en la escala muchos de los lugares que estábamos visitando durante el viaje... para que veáis lo mucho que nos quiere nuestra amiga, que no se queja de los sitios donde vamos.

... El puntito negro del centro de la foto de arriba, por cierto, es una hembra de esmerejón Falco columbarius, bimbo larguísimamente esperado por Vero y que nos encontramos de una forma totalmente fortuita, al buscar (infructuosamente) en la llanura, por engordar la lista del viaje, un grupo de chorlito dorados que en el centro de visitantes nos habían dicho se movía por la zona. A mayores del esmerejón, lo que sí vimos fueron los restos de una ¿oveja? compartidos de forma en general poco amistosa por dos cuervos grandes Corvus corax, dos milanos reales Milvus migrans y dos dameros de águila imperial Aquila adalberti (individuos subadultos, con el plumaje a medio camino entre el leonado juvenil y el oscuro adulto). Nada del otro mundo, ¿no? Doñana, que es lo que tiene...

... por cierto también, los chorlitos dorados no los vimos, pero sí... una decena de chorlitos carambolos Eudromias morinellus, (in)esperadísimo y tremendo bimbo para el que esto escribe :-D

... y llegamos ya también a la justificación de la entrada de ayer: la letra de Jolene habla, en resumen, de una mujer que le pide a otra, más guapa que ella, que no le robe a su hombre. Me hizo gracia escucharla una tarde mientras planchaba, al pensar en que lo "normal" (al menos en canciones, películas...) es que se dé el caso contrario, que sean dos los que se disputan a la dama; y enseguida se me fue la mente a los carambolos, así de enfermo estoy. A los carambolos y a las otras pocas Charadriformes (los torillos, los aguateros, las jacanas, los falaropos y el llanero) que son únicas entre las aves por tener roles sexuales inversos: hembras coloreadas que pelean por los tímidos machos, a los que dejan luego al cuidado del nido y los pollos, mientras van en busca de su siguiente conquista.

 Bueno, y qué mejor manera de cortar con esta retahíla de digresiones que con esta bonita imagen de un juvenil de busardo ratonero Buteo buteo, que posado al borde de la carretera apenas sí se inmutó cuando paramos a su lado, tan absorto como estaba en buscar algo que llevarse al pico.

 Al igual que este elanio común Elanus caeruleus, perfectamente capturado en pleno cernido, técnica de caza que realizan con aleteos más pausados y elásticos que los de los cernícalos.

Finalizo ya, con la entrada y con el relato de lo acaecido en Doñana, con una panorámica crepuscular de la laguna de la Dehesa de Abajo. En esta laguna, rebosante de paterío, pudimos ver para gran alegría mía, además de fochas con alzacuellos, otra especie tachada en Mallorca: la cerceta pardilla Marmaronetta angustirostris, esta segunda vez ya por fin en condiciones mucho mejores y más satisfactorias que la primera.

Y la próxima entrada: Despeñaperros.

18/12/15

Carambola

Hago un inciso en la serie de Vertebrados revisited porque, aunque de entrada os pueda parecer raro, me he dado cuenta de que esta canción tiene bastante que ver con la entrada que tocaba...

17/12/15

Zancudas onubenses (Vertebrados revisited, IV)

 Cuando suba a Orense ahora en Navidad acabaré escribiendo alguna entrada que otra sobre las cosas que vea en el Miño, al salir a pasear desde casa. Y estarán bien, vaya, pero cuando uno ve lo que otras ciudades de provincias tienen pegado, le da una envidia nada sana. En el estuario del Odiel por ejemplo, entre las salinas, los saladares, los almajares, las extensiones de fango en marea baja y la extensísima playa; caben bichos para aburrir. Y cuando fuimos estaba hasta la bandera...

 Águilas pescadoras no vimos, mira tú por dónde, que ya es raro en la zona; pero sí muchos ejemplares de la otra especialidad onubense: la espátula común Platalea leucorodia (en la foto un adulto y un juvenil, de cara y pico pálidos). Además de invernar en buen número, las espátulas también crían aquí desde no hace muchos años, pero no sobre árboles como en Doñana o Extremadura, sino sobre el suelo, como en Holanda, el otro gran núcleo europeo de la especie.

 Ya podrá uno disfrutar como un tonto con las rapaces, las limícolas, las marinas, viendo pajarillos marrones en un zarzal... pero cuando una garza real Ardea cinerea adulta se pone a tiro así de bien, la verdad es que uno no se cansa de mirarla.

 Como tampoco se cansaban las limícolas, como este archibebe común Tringa totanus, de buscarse la cena. "Cena", por decir algo, que esas categorías no se aplican a estas aves: las limícolas comen cuando baja la marea y duermen agrupadas en lo seco cuando sube, independientemente de la hora del día o de la noche. La mayoría capturan a sus presas por el tacto y no por la vista, y con la poca luz de la noche les llega para volar por las extensiones abiertas marismeñas sin miedo a chocar con nada.

Y con este zarapito real Numenius arquata que se desperezaba para disfrutar de la noche, podríamos muy bien dar el día y la entrada por zanjados... pero es que instantes después, estando nosotros rebuscando entre las conchas de la orilla y justo antes de que cayese el telón, un págalo parásito Stercorarius parasiticus de fase oscura pasó volando como una exhalación muy cerca de la costa, pura potencia, todo él aleteos elásticos; y se tiró con un quiebro sobre un grupo de gaviotas que se las veían ya muy felices pensando en pasar una noche tranquila flotando en el mar en calma, buscando la que le vomitase su cena... está visto, gaviotas y pajareros: nunca hay que bajar la guardia.

16/12/15

El "Silvestre" Oeste (Vertebrados revisited, III)

Alguna foto mía sí pude salvar, del móvil...
 Dejamos atrás Extremadura al caer la tarde e, inmersos en una apasionante conversación sobre cómo actuaríamos si al día siguiente una tormenta solar estropease todos los aparatos eléctricos, acabando con la civilización occidental tal y como la conocemos, el viaje hasta Matalascañas, donde dormiríamos las dos noches siguientes, se nos pasó en un suspiro. De noche y cansados no prestamos especial atención a dónde estaba nuestra casa; fue ya por la mañana cuando, al salir por la puerta trasera del jardín, vimos que estábamos en primera línea de playa de manera literal. Seguro que contraviene la Ley de Costas, pero nos vino de perlas para hacer un poco de seawatching nada más desayunar.

 ... que ya sabéis que es algo que me da mucha pereza, pero si es en dosis moderadas... Además, que al poco de sentarnos empezó un festival de zambullidas de alcatraces atlánticos Morus bassanus cerca de la orilla (bueno, "cerca", ya sabéis) que estuvo bastante entretenido; y entre eso y la ocasional pardela balear o gaviota de Audouin, que siempre vienen bien para ir engordando la lista del viaje, pues a lo tonto casi nos comemos media mañana.

De modo que llegamos al siguiente destino, El Rocío, cuando el pueblo estaba lleno a más no poder, antes de la Misa de 12. El Rocío es un lugar fascinante, distinto de cualquier cosa que haya visto hasta la fecha en España, que si a algo se da un aire es a una mezcla de Fátima y un decorado del Oeste mejicano (algo tipo El Zorro): una advocación mariana causa y motor de todo cuanto allí hay por una parte, y por otra calles de arena, caballos, mulas, carromatos, puestos de mercado... y una amalgama de gitanos, gente de campo y pijos que hay que ver para creer. Y además, para nosotros, un paseo, no marítimo, sino marismeño, que permite desde la propia acera ver multitud de aves distintas.

 Aves, en su mayoría invernantes centroeuropeas, de las que podría hablar hasta aburrir, así que lo resumo en un par de notas: una acuática por una parte, un elegante macho de ánade rabudo norteño Anas acuta...

 ... y una terrestre por otra: esta preciosa hembra de lavandera blanca enlutada Motacilla alba yarrellii, toda ella oscura hasta estar moteada de negro, como corresponde a su británica estirpe.

Y por poner algo que no sean pájaros, añado una foto de uno de los pocos vertebrados no emplumado que vimos en todo el viaje: lagartijas andaluzas Podarcis vaucheri, que se calentaban al atípico sol de diciembre sobre las vallas y paredes. Muy majas ellas, incluso aunque no estén pintadas con su bonito verde primaveral.

Llegando a media mañana como llegamos, la verdad es que la posición del sol con respecto a El Rocío no era la mejor, y fastidiaba un poco estar allí con el telescopio. De modo que, siguiendo las indicaciones de la amable recepcionista del centro ornitológico Francisco Bernis, nos fuimos a pasar la tarde a Huelva, al estuario del Odiel, otro de los destinos típicos durante las excursiones de Vertebrados. ¿Vimos águilas pescadoras, vimos limícolas, vimos...? En la próxima entrada lo sabréis.

15/12/15

Benquerencia (Vertebrados revisited, II)

 Seguimos el sábado después de comer con nuestra ruta, por tierras de La Serena. Como quiera que el paisaje que os pinté en la última foto de ayer, de hierba y pedruscos, no resultaba del pleno agrado de mis acompañantes, pues no sacaron muchas fotos del mismo que enseñaros ahora, que digamos. "Eso que os ahorráis", podrán decir, tal vez con razón. Sí se mostraron en cambio más generosas con los bichos que nos fueron saliendo al paso, ya fuesen mochuelos europeos Athene noctua acurrucados entre los peñascos del suelo...

 ...o una inquisitiva avefría europea Vanellus vanellus, paseándose entre los cardos que colorearon de amarillo el pasado verano y los asfódelos que pintarán de blanco la primavera que vendrá.

 Pero sí hubo un lugar que visitamos que nos causó una impresión más duradera: Benquerencia de la Serena. Más concretamente, las ruinas de su castillo.

 Benquerencia se asienta sobre la ladera sur de un espinazo cuarcítico de la sierra de Tiros, no muy distinto del del castillo de Monfragüe, y que separa la Serena abierta y ganadera al norte de la Serena olivarera al sur. Justo es decir que vinimos hasta aquí buscando ver acentores alpinos, especie montana que en invierno suele dejarse caer por este tipo de escarpaduras del sur peninsular.

 Y no hallamos acentores, pero sí todo el resto del cortejo de pequeñas aves rupícolas mediterráneas, como aviones roqueros, roqueros solitarios, colirrojos tizones y collalbas negras Oenanthe leucura. Aunque "negro", lo que se dice negro (con la popa blanca), es el macho...

 ... que la hembra se queda en el pardo oscuro.

 Pero la verdad es que echamos mucho más tiempo en la zona del que los pájaros que había justificaría. Costaba dejar el castillo, cuyos tonos rojizos comenzaron a encenderse a medida que caía la tarde.

 Del castillo quedaban trozos aquí y allá, aunque lo cierto es que, al ver el acabado chapucero que tenía, mezcla deslavazada de sillería y mampostería, con remendones centenarios tapando aquí y allá los agujeros causados por la guerra y por la ociosidad; me costaba entender que quedase siquiera algo en pie. Esperamos en vano ver pasar sobre nosotros grupos de grullas en tránsito, que dejando atrás las dehesas volasen camino de sus dormideros en los arrozales, pero poco nos importó: llevábamos apenas un día de viaje, y quedaba mucho campo y muchos bichos por ver. Nos quedaba Andalucía.