Si bien la tónica general en los congresos era la de dejar para el último día la cena "de gala", excursiones y demás, últimamente la tendencia es a colocarlos en el medio; ya que su principal objetivo es que la gente tenga ocasión de interactuar, y muchos ese último día ya se suelen marchar a sus lugares de origen... Y además así los congresistas también se relajan un poquillo, que por lo menos a nosotros con el ritmo que llevamos estos días buena falta nos hace.
Así que ayer por la tarde aprovechamos la hermosísima tarde veraniega boreal para ir a visitar el castillo de Trakai, que se yergue en una islita en un lago a apenas 30 km de la capital.
El castillo (curioso para nosotros por ser mitad de piedra y mitad de ladrillo) se construyó en el S. XV como residencia del antaño poderoso Gran Duque de Lituania; y dos siglos más tarde sucumbió al fuego de los cañones rusos durante una de tantas batallas de la historia de este pequeño país báltico. Siguiendo la estela de los movimientos nacionalistas del S. XIX, renació de sus cenizas y fue reconstruído como símbolo de la Lituania independiente y orgullosa de su historia (y tal y tal... lo de siempre) en distintas fases a lo largo del siglo pasado. Tras la visita cenamos opíparamente en un restaurante allí mismo; y hoy vuelta a encerrarnos a hacer ciencia...
... y no sólo a eso. JPT, al que ya conocéis; y Alfonso Marzal y su doctoranda Luz, de la Universidad de Extremadura. Y colaboradores espero que por largos años. Y personas maravillosas, que es lo más importante. La vertiente social del congreso la estamos también cultivando a gusto, y sus frutos seguro que han de durar más de lo poco o mucho que podamos aprender.
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