22/8/13

El "ascensor" del Teide: parando en cada piso (Expedición Autodate, II)

 El piso de bosque termófilo de las zonas bajas tinerfeñas del que os hablaba ayer, junto con la laurisilva inmediatamente superior (esquema), ha desaparecido casi por completo bajo el cemento y la azada; salvándose sólo las zonas más escarpadas. De modo que, cuando el miércoles iniciamos el ascenso al Parque Nacional de las Cañadas del Teide, parando de camino en cada zona diferenciada; el primer piso en el que nos detuvimos fue en la banda de fayal (Myrica faya) - brezal (Erica arborea). Este brezo, el blanco, que en el norte es como los demás y en Monfragüe, con sus 3-4 m, ya me parecía suficientemente "arbóreo"; es en Canarias un árbol auténtico, de 10 m o más, con su tronco grueso como una pierna, su copa y toda la pesca... Eso no se aprecia en cualquier caso en la foto de arriba, pero lo que sí se ve es el "mar de nubes" característico del norte de estas islas; la humedad que traen los alisios del mar y que vivifica las laderas de la cara norte de las islas, tan distintas de las áridas que miran al sur.

 El área recreativa de La Caldera, ya donde el fayal/brezal coquetea con el pinar. Aquí sumamos varias nuevas especies forestales a la lista del viaje: las mejores sin duda el reyezuelo canario Regulus (regulus) teneriffae, el petirrojo canario Erithacus (rubecula) superbus, el distintivo pinzón vulgar de Canarias Fringilla (coelebs) canariensis y el más carismático de todos, el pinzón azul Fringilla teydea.

 Como decía antes, un poco más arriba de La Caldera ya nos encontramos con pinar puro y duro, que se puede ver en las laderas subiendo montaña arriba. El pino canario Pinus canariensis es una especie notable en tanto en cuanto que, cuando arde, se quema deprisa; pero normalmente no muere, y rebrota después del fuego. En la cara sur de la montaña visitamos efectivamente pinares quemados el año pasado, cuyos troncos habían reverdecido en su gran mayoría.

 Una "rosa de piedra". En Canarias por todas partes se ven formaciones geológicas bien curiosas, resultado de la intensa actividad volcánica que originó estas islas. Y tanto Javi como yo coincidimos en que la calidad de los paneles explicativos diseminados por la isla era muy superior a la que nos tienen acostumbrados en la Península.

 Y por fin, por encima del pinar, la zona supraforestal, de arbustos pulvinulares. Como corresponde a una zona de climas duros (árido en verano, nevado en invierno), y más aún por estar en una isla; son pocas las especies presentes en este medio. Pero como contrapartida las que logran adaptarse se vuelven muy abundantes: la retama de cumbre Spartocytisus supranubius, el rosalillo de cumbre Pterocephalus lasiospermus, la hierba pajonera Descurainia bourgaeana, la margarita del Teide Argyranthemun teneriffae y el alhelí del Teide Erysimun scoparium; todas endémicas, dominaban el paisaje allá arriba.

 Ellas y los lagartos, claro; que en el entorno del centro de visitantes del parque abundaban sobremanera. Eran éstos de la subespecie nominal Gallotia galloti galloti, que ocupa gran parte de la isla; mayor y más clara de coloración que los eisentrauti del norte que os enseñé ayer. El macho de la foto, no contento con escrutarme de cerca, se me acabó subiendo a la mano cuando la apoyé en el murete donde estaba (!).

 Las Cañadas. Incluso para un lego como yo, que además suele reírse de los geólogos con los que compartimos edificio (sanamente, supongo :-p), el paisaje contaba demasiadas historias como para hacer oídos sordos. Ver mezclarse las diferentes coladas de lava (las antiguas, ya "domadas" por la vegetación; las recientes, negras y bravías) le recuerda a uno que estas islas, y el planeta entero, no son entes inmutables; y que el próximo "txupinazo" puede estar a la vuelta de la esquina... El Parque en sí, como se aprecia desde el aire, es una gigantesca caldera: el resultado de vaciarse de lava un gigantesco "protoTeide" y de colapsarse después el techo de la cavidad resultante. El Teide propiamente dicho "crece" a un lado de la caldera, como una montañita que vista de cerca no parece que alcance la altura que tiene.

Y digo yo, ¿de qué me sonará a mí esta estampa...? ;-)
Al Teide en sí, a la vista casi desde cada punto de la isla, no llegamos a subir: tendríamos que haber solicitado permiso con bastante antelación, y además el teleférico que permite evitar buena parte de la subida no es precisamente barato. Pero bueno, quedará para otra visita... además, que todavía nos quedaban una miríada de sitios que ver y cosas que hacer.

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