Hace ya casi seis añitos os hablaba aquí de los lagartos gigantes de Canarias y de lo complicado que lo tienen para sobrevivir. Supongo que ni Javi ni yo contábamos realmente con ver alguno de ellos en su hábitat natural, pero la ilusión siempre está ahí; de modo que ya que estábamos en Tenerife aprovechamos para visitar uno de los dos lugares donde se sabe que sobrevive el lagarto gigante de Tenerife Gallotia intermedia, el más accesible de los dos: los acantilados de la montaña de Guaza, al SO de la isla.
Y bien, os digo "accesible" y debería daros la risa, igual que nos la dio a nosotros al llegar. Es accesible en comparación con el otro lugar donde sobreviven estos bichos, los acantilados de Los Gigantes (je...) que os enseñaba hace dos días, cuatro veces más altos que éstos. Pero es lo que toca si el bicho que buscas ha sobrevivido precisamente allí donde ni humanos ni gatos se han atrevido a ir a comérselo... De hecho estos animales se censan (más o menos) estrellando con un tirachinas gigante tomates contra las zonas de los riscos donde se intuye que pueden estar, y contando el número de ejemplares que acuden a comerse el fruto.
Viendo pues que desde allí abajo, en la playa de la urbanización Palm-Mar, no había mucho que rascar, decidimos acercarnos desde arriba. Al menos vimos al pie del acantilado esta imagen típica de Cristo crucificado entre la Virgen y San Juan en un lienzo la mar de atípico...
Una vez arriba nos daba la risa también... pero aún echamos un rato escrutando con los prismáticos lo poco que se podía ver de los paredones rocosos sin arriesgarse (demasiado) a caer por las peñas abajo; aunque más creo por descansar del sofocante calor que por otra cosa.
En fin... que no vimos los lagartos. De lo que sí disfrutamos a conciencia fue del paisaje de la zona, un cardonal-tabaibal de libro. El cardonal-tabaibal, que es la vegetación climácica de las zonas más bajas y áridas de las Canarias (¿recordáis el esquema de ayer?), se llama así por las especies dominantes que en él viven: todas del género Euphorbia; aunque no siendo en las flores (que, para una planta, es lo único que importa) en nada recuerde un cardón E. canariensis a una tabaiba (dos especies principalmente: la dulce E. balsamifera -arbustiva- y la amarga E. lamarckii -con un tallo principal, como un arbolillo-). Los cardones, debido a esa cosa maravillosamente turbadora que es la evolución convergente, recuerdan mucho a los cactus americanos; cactus como la chumbera Opuntia sp. (invasora) del primer plano de la foto.
¿Y había pájaros también? ¡Por supuesto que sí! Lamentablemente no nos topamos con ningún camachuelo trompetero Bucanetes githagineus, una especie ya muy escasa en Tenerife; pero sí vimos la única curruca tomillera Sylvia conspicillata del viaje (y se supone que no son raras en Canarias...), un bando de perdices morunas Alectoris barbara (la perdiz propia del norte de África, introducida en todas las islas menos en Gran Canaria, donde la que se soltó fue la perdiz roja A. rufa peninsular) y un par de alcaudones norteños de la subespecie canaria Lanius excubitor koenigi, como el de la foto. Puede que os llame la atención el interés que muestro en estas entradas por señalar que vimos las subespecies canarias de especies que, por lo demás, ya me he tachado hace tiempo; pero es que nunca se sabe cuándo algún estudio genético va a dar la campanada, desvelando que lo que se creía era una "mera" subespecie es lo suficientemente distinto como para merecer ser considerado especie propia. "Armchair tick" le llaman a estos bimbos los ingleses: "bimbo de sofá" o "de salón", podríamos decir. Y, cuando uno tiene el vicio dentro, saben igual de bien que los otros...
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