Por
fin, tras tanta playa y tanta arena, tras tanto quejarse por la partida de los
vencejos que esta mañana volvieron a dejarse ver; hemos recalado en Vilar de
Barrio. Y con Internet en esta ocasión, gracias a las maravillas de la técnica
y a poder usar el móvil de módem (y a las explicaciones de JaviP). No será por
mucho tiempo, ya que al fin y al cabo el domingo toca bajar de nuevo a Madrid,
para preparar el inminente viaje a Lituania; pero hay el suficiente como para
concentrar todos los pequeños placeres del verano en la aldea… tiempo para
pasear por un monte distinto del madrileño. Tiempo para enredar en los huecos
de las paredes de casa y entre las plantas de lo que otrora fuera nuestra
huerta, a la búsqueda de los bichos de los que tanto se aprende. Tiempo para
meterse entre pecho y espalda alguna de las series cuidadosamente preservadas
para esta ocasión, incluyendo la última serie de Sir David: Africa; parece
mentira lo que puede dar de sí este continente entre sus expertas manos, pese a
lo quemados que nos tienen ya todos los demás realizadores a base de leones,
elefantes, cebras y ñues. Tiempo hasta de aprender las palabras inglesas más
inverosímiles (cantankerous y flirtatious, ayer), gracias a su cuidada y curiosa
dicción…
… y
tiempo, porsupuestísimo, para ¡la verbena! :-D Jeje; estos días atrás en el
Algarve había en el hotel música por la noche, y la pulga de mi sobrina decía
después de cenar “¡vebena, vebena!”… se ve que lo llevamos muy dentro. Llevamos
varios años evitando venir a la aldea justo a primeros de mes, porque a mi
madre le daba cosa estar en la fiesta (ya sabéis, San Fiz, hoy mismo) tras
morir mis abuelos; pero por fin este año podré volver a comprobar en directo el
nivel que se gastan las orquestas contratadas… y vengo muy exigente, así que
más les vale esforzarse. Ya os contaré.
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