De pequeño, creía a pies juntillas en que el Sagrario era la casa de Jesús. Por supuesto lo interpretaba a mi manera, y al ver al sacerdote abrirlo para tomar y dejar el copón con las Hostias, estiraba el cuello para ver si por dentro era como yo me imaginaba que era: como el salón de mi propia casa; con un sofá verde como el que teníamos, en el que un "miniJesús" (como un Ken barbudo, supongo) se sentaba a ver la tele. Una tele pequeñita, claro.
Ahora sé que dentro del Sagrario no hay sofás... pero gracias a Dios, sigo creyendo a pies juntillas en que es Su casa, donde está físicamente presente, esperando a que alguien se acuerde de Él :-) Por eso en estos momentos del Triduo Pascual en que Dios ha muerto y esperamos celebrar su resurrección esta noche, estos momentos en que los Sagrarios están vacíos; se hace muy extraño mirarlos: el retablo de las iglesias suene converger hacia el Sagrario, y resulta que ya no hay; sólo una cajita rara con la puerta abierta. Pero dejemos que hable Waugh, que lo cuenta mejor...
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