28/3/13

Iberolacertas bajo la nieve

No le presté mucha atención al paisaje ayer desde el tren hasta que cruzamos el túnel de Guadarrama, enfrascado como estaba en la lectura de Sangre Sabia primero y en mi siesta luego; pero al salir a la Meseta uno siempre tiene la impresión de entrar en un mundo radicalmente distinto, y dejé el libro durante un buen rato: a medida que el tren rodaba hacia la estación de Segovia íbamos dejando atrás lentamente la mole de la Sierra, semejante al Muro de Canción de Hielo y Fuego. Me dio por pensar que allá arriba, en algún lugar, enterradas bajo un metro de nieve entre los huecos de las peñas, las lagartijas carpetanas estarían esperando la llegada de una primavera que ni ellas ni yo sabemos cuándo llegará...
Las distintas Tierras castellanas resultaban ayer especialmente hipnóticas: las nubes, que flotaban a muy baja altura sobre el terreno pero sin disgregarse lo más mínimo, no eran en absoluto como la bruma que se deshace en llovizna que habíamos dejado atrás en Madrid o que me esperaba en Orense; eran moles pétreas, increíblemente densas, amenazando con terminar de caer y aplastarnos. El trigal inmenso, verde oscuro, aparecía tachonado aquí y allá de charcos y lavajos; entre los que se movían milanos de grupa pesada como hienas y pequeños grupos de avefrías, excitadas y confusas con tanta agua por doquier como un niño al que hubiesen soltado en una pastelería.
A medida que el tren escalaba los montes zamoranos, sin embargo, el terreno se fue volviendo áspero y poco atractivo: apenas sí verdeaba la hierba que cubre ahora el resto de la Península, como si no fuese capaz de germinar entre las carqueixas uces sombrías y duras... tierra de esfuerzos y sudores bíblicos donde el gusano nunca muere; tierra de lobos, con perdón por dejar que se cuele en este blog un prejuicio tan atávico. Y al norte la sierra de la Cabrera, también con su manto blanco sepultando a las lagartijas leonesas
Entrando en Galicia, y aunque lo sé (al norte, al este...), no deja de sorprenderme que todavía haya tanta luz siendo la hora que es. No hay luz suficiente empero para distinguir San Mamede y demás cumbres del Macizo Central Ourensano, pero me las imagino igualmente blancas; blancas y con sus lagartijas serranas verdes por debajo. Al volver el lunes me fijaré, si es que no vamos a la aldea antes.... y algún día me acordaré también de que tengo el teléfono nuevo, e iré sacando fotos.

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