En la colección serrana de estampas de hojas otoñales del domingo pasado faltaban las hojas ligeramente romboideas de los abedules, que se asoman hoy por el blog.
Sin haberlo planeado en absoluto, el caso es que ayer por la tarde terminé dando un paseo de un par de horas siguiendo la ruta de la chorrera de Mojonavalle, en el puerto de Canencia. La zona, un bosque de aspecto muy natural y agradable, es famosa por la relativa abundancia de abedules que crecen al amparo de pinos y melojos, abedules que destacaban ahora vestidos de mil tonos dorados.
Les saqué muchas fotos, pero el cielo encapotado de ayer por la tarde hace que casi todas luzcan horrible, con el cielo gris brillando de fondo destruyendo el delicado amarillo del follaje. A ras de suelo era más fácil sacar fotos bonitas...
... pues entre otras cosas, en el ambiente otoñal embebido de humedad, no faltaban musgos y líquenes de cien especies, creciendo sobre cualquier roca o tronco.
Alfombras esponjosas en las que, vistas de cerca, sorprende la diversidad de hábitos de las especies que lo forman.
Aunque el arroyo en el que se continúa y junto al que íbamos ascendiendo sí tenía agua, ésta en la chorrera en sí apenas era evidente, y escurría sobre las rocas más que saltar de una a otra. Bonito en directo, no tanto en foto; habrá que volver en primavera, con el deshielo...
Mis compañeros de ruta: mis hermanos Alfredo y Alda, su amiga Anabel, y sus chicos: Momo, Cuqui y Rocky, que no dejaron de liarla toda la tarde, esforzándose en hacer de la ruta algo mucho más ameno que si hubiese ido sólo con los bípedos.
Nueve años en Madrid saliendo al campo con regularidad, y todavía me quedan lugares de los "típicos" como éste por descubrir, a saber cuántos... ya sabéis que se agradece cualquier iniciativa dirigida a aligerar esa lista.
2 comentarios:
Sí señor. Las dos primeras fotos muy chulas
Mola el sitio
Ea, a ver si puedes venir de visita alguna vez ;-)
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