30/11/15

Arte sabatina...

 La visita de abril a Barcelona, además de para retomar el tema de las codornices, es también la responsable de que Irene, la doctoranda que se ocupa de estas curiosas aves en la ciudad condal, esté esta semana de visita en la facultad, trabajando en el laboratorio. Como la chica es una gran amante del arte, este sábado pasado fuimos a ver la exposición temporal de Munch del Thyssen.
A mí, que ya sabéis que valoro mucho en la pintura, y en el arte en general, la habilidad técnica, Munch no me apasiona especialmente: sus obras no me sugieren gran cosa (desde luego nada de lo que, según os textos de la exposición, deberían sugerirme), y sus ganas de pintar "mal" me enfadan. Con lo de pintar mal me refiero por ejemplo a este cuadro, Summer Light in Studenterlunden, y a los brochazos machacones que delimitan el cielo en torno a los objetos, como un niño pintando e intentando no salirse de los bordes...

 ... pero luego me doy cuenta, por ejemplo, de que los dos árboles principales de la imagen se distinguen perfectamente contra el fondo sin un solo trazo que los delimite, y caigo en la cuenta de que el cabr tío sí sabía pintar.

 Al salir, como ya estábamos dentro de esas dos horas mágicas del día en que el Prado, que teníamos enfrente, es gratuito, allá que nos fuimos. Y empezando por el final, al que nunca suelo yo llegar, porque empiezo por el principio, nos dimos de bruces con el Perro semihundido de Goya y su tapetum lucidum brillando de desesperación.

 Me gustaron las Malvas reales de Fortuny más de lo que hubiese esperado, y me tiré un buen rato delante del cuadro.

Y finalmente, en una sala llena de cuadros de ésos que parecen haber sido pintados para los libros de Sociales, descubrí uno que ha pasado a engrosar mi pequeña lista de pinturas favoritas: El entierro de San Sebastián. Ya sabéis, al fondo del Prado, a la izquierda...

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