Los periódicos se hacen eco estos días de un artículo aparecido esta semana en Biological Reviews, un resumen de cuyo contenido ya había adelantado su autor principal en Quercus hace año y medio: viene a decir que los cangrejos de río, muy apreciados culinariamente en tiempos en este país, y que desde mediados del siglo pasado corren el riesgo de ser barridos del mapa ante el empuje de los dos cangrejos americanos introducidos en España y la enfermedad mortal que le trasmiten; no sería oriundo de estos lares, sino que a su vez habría sido introducido desde Italia en el S. XVI, como ¡un regalo personal de Francisco I de Médici a Felipe II! A partir de dicho momento habría ido colonizando toda la región como buena especie invasora que fue, como luego harían sus primos americanos, modificando de una forma que nunca podremos llegar a saber unos medios acuáticos que al menos desde las últimas glaciaciones habían estado libres de cangrejos de río... Y nosotros, hoy en día, gastando no poco dinero en preservar estos cangrejos italianos, cuyo único mérito ha resultado ser el de empezar a invadir España unos siglos antes. A ver si redirigimos esos caudales a la investigación con currucas...
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