En la semana larga que tenemos por delante en Mallorca sobrará tiempo para ir a la playa... y seguro que se me quedará corto para bichear a gusto. De modo que ayer dediqué ya buena parte de la mañana (que, como veis, amaneció mucho más despejada de como se despidiera el día la tarde anterior) a pasear por s'Albufera. Ésta es sin duda la "peor" época del año para pajarear en las zonas húmedas, pues faltan todas las especies invernantes y muchas de las reproductoras ya están con la cría avanzada y perdiendo las galas nupciales, pero aún así la mañana resultó altamente provechosa.
Las masas de acebuches y lentiscos que bordean el Canal Gran, por ejemplo, bullían cada pocos tramos con la cacofonía increíblemente variada que sale de las garceras: martinetes, garcetas comunes y garcillas bueyeras y cangrejeras (mis favoritas, por bonitas y por ser con diferencia las que menos veo) comparten aquí espacio y peleas por igual.
El primer observatorio en que me metí, sa Roca, lucía bastante desangelado, con el agua muy baja y los bichos lejos...
... pero en el Parque siempre acaba saliendo algo que mirar aquí o allá, como por ejemplo una pelea (no se ve en la foto, claro, pero la liaron buena) entre dos parejas de calamones Porphyrio porphyrio.
Junto al centro de interpretación el agua del Canal Gran es más somera y menos salobre que más cerca de su desembocadura, y la vegetación más abundante. Y entre otras menudencias, la parejita de fochas que cuidaba de sus tres pollos a escasos metros de los visitantes...
... pues nada, resultaba ser una pareja de fochas morunas Fulica cristata, una de las aves más escasas de España. Cosas que tiene s'Albufera :-) Estas fochas además fueron tan majas que, al meterse un momento entre los carrizos de la orilla, asustaron e hicieron salir al descubierto una pareja de carricerines reales, otra de las especies que me tachara aquí y que apenas he vuelto a ver después.
Múgiles grandes como brazos se abrían paso entre las espesísimas matas de cola de zorro Ceratophyllum demersum y los pies de las fochas, que no les tenían ningún miedo, ya que estos grandes peces son detritívoros y por no comer ni siquiera se comían las plantas, sino que únicamente "chupaban" las partículas que éstas van filtrando del agua y reteniendo, sin llegar ni a quebrar los tallos.
Otro pez, uno que creo que me tacho (aunque con esto de los peces no sea yo especialmente fanático de las listas): una anguila Anguilla anguilla.
Una foto panorámica desde el observatorio Bishop I. Esta zona, cuyas aguas someras albergan en invierno buena parte de las limícolas del Parque, estaba completamente seca y resquebrajada. Pero no desprovista de vida, pues allí criaban...
... varias parejas de charrán común Sterna hirundo, reproductor reciente y escaso en Baleares; que tenían correteando por allí pollos de todas las edades.
Y también pululaban por allí varias parejas de cholitejo patinegro Charadrius alexandrinus. Esta hembra tenía una anilla de color... Resulta "raro", no sé, darse cuenta de repente de que el pájaro silvestre que uno está viendo está anillado; es como si el hecho de que haber pasado por las manos de alguien lo transformase de repente en un ave doméstica.
Y hasta aquí la mañana, que ya apretaba demasiado el sol y hubo que salir corriendo. Pero por la tarde había quedado con Lalo, al que seguro que recordáis: el albañil gallego afincado en Mallorca con el que salía a pajarear muchos fines de semana los meses en que estuve viviendo aquí. Y como nos quedaba tan a mano, pues terminamos otra vez en s'Albufera.
A la zona de la depuradora de Son Bosch, donde despedimos el día esperando (como en Soria) a que los halcones de Eleonor de las cercanas colonias de la Tramuntana apareciesen para alimentarse de escarabajos bataneros. Y, como siempre, los halconcitos se hicieron mucho de rogar...
... pero, al contrario que otras veces, cuando aparecieron se portaron divinamente: eran como una docena, de ambas fases, y pudimos verlos a placer mientras se alimentaban (lástima de luz). A veces pasaban muy cerca de nosotros, hasta el punto de que se veían caer de sus picos las alas y otros restos duros que desechaban de los escarabajos... Y allí seguían aún cuando nos fuimos, ya prácticamente sin luz y medio comidos por los mosquitos.
Y una autofoto de despedida de los dos, para cerrar la crónica de un día la mar de aprovechado.
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