27/7/14

¿Observar sin modificar?

Una discusión clásica en Filosofía de la Ciencia (una disciplina que, por otra parte, me da un puntito de pereza) es hasta qué punto el investigador interfiere inevitablemente con el sujeto investigado, modificándolo y, por ende, extrayendo conclusiones distintas de las que obtendría de un hipotético sujeto investigado no modificado... Estos días, de una discusión un tanto etérea sobre ciencia y conservación de un foro que leo, pude extraer sin embargo una noticia curiosa sobre un artículo publicado hace poco en Behavioral Ecology que os comento ahora: en Sudáfrica, un grupo de investigación lleva años trabajando con una población de monos de cuello blanco Cercopithecus albogularis, que al estar ya habituados a la presencia humana se comportan delante de ellos de forma "natural". La vida de estos monos trascurre entre dos aguas: entre el estrés de tener que buscar comida y el de no acabar ellos en la boca de alguien, ya sean sus depredadores felinos cuando bajan a comer al suelo, o águilas cuando se exponen demasiado en las ramas. Estudios anteriores de este grupo apuntaban a que estos monos realmente sólo se preocupaban por los ataques aéreos y evitaban así las zonas altas de los árboles, pero que sin embargo pasaban el tiempo por igual en las ramas medias y en el suelo. Sin embargo, había algo que se les escapó entonces a los investigadores, y fue que ellos estaban allí investigando. El estudio que os comento ahora hizo una cosa bien sencilla: colocar cubos con cacahuetes a distintas alturas (entre el suelo y las puntas de los árboles) a disposición de dos grupos de monos: uno el de siempre, el habituado, y otro de monos sin contacto frecuente con el hombre. Y después, simplemente, contaron cuántos cacahuetes quedaban, para saber dónde pasaban los monos más tiempo. Los cubos a mediana altura representaban una especie de nivel "control" de alimentación. Los cubos situados en lo más alto de los árboles estaban prácticamente intactos en ambas poblaciones, reflejo del miedo de los monos a que un águila se los lleve de paseo. Pero los cubos situados a ras de suelo... en la población habituada estaban vacíos (como era de esperar, según lo que se sabía), y en la no habituada llenos. Vaya, algo pasa aquí pues. ¿El qué? Una cosa tan sencilla como que los monos habituados, que tontos no son, se daban cuenta de que cuando los humanos andaban por allí los leopardos y demás felinos con aviesas intenciones salían por patas, cosa de la que no estaban al tanto sus colegas sin "servicio de guardaespaldas"... Como os contaba arriba, las discusiones filosóficas en torno a estos temas me hacen bostezar bastante, pero eso no es óbice para que no disfrute como un enano con historias como ésta.

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