El fin de semana pirenaico fue breve, pero intenso. Tanto que me da que va a producir bastantes más entradas que días duró... mejor, que últimamente me noto falto de ideas. Como teníamos prisa por llegar y empezar a coger altura, hicimos el viaje del tirón, sin parar más que para hacer los descansos recomendados por la DGT. Así, habiendo salido pronto de Madrid, pudimos llegar ya a la hora de comer a nuestro ansiado primer destino, en el corazón de la comarca de La Cerdanya...
¡Una cuneta! Ya, ya veis; los biólogos somos así de raritos. Pero es que justo en los bordes de esta carretera de subida a Meranges, gracias a la humedad y al sol que entra a raudales, se citan un buen montón de especies de orquídeas que Javi tenía bastantes ganas de ver. No vimos "las mejores", cosa de llegar ya algo pasada la estación orquidífera; pero aún así metimos unas cuantas en la lista.
Una Dactylorhiza. A mí la mayoría de las orquídeas, dentro de sus respectivos géneros, me parecen iguales, la verdad, y por lo tanto no las miro con mucha simpatía, pero bueno... A mí ésta me parecía una D. maculata, pero a saber, que Javi decía otra cosa.
Esta en cambio ya parecía más fácil de identificar. una D. incarnata, especie de montaña reconocible porque las hojas sobrepasan en altura la base de la inflorescencia.
Una Gymnadenia conopsea, que aunque en la foto la veis en grande tenía una pinta muy cuca, con sus flores pequeñitas.
Otra orquídea de las facilitas: Platanthera chlorantha. Éstas mas "amables" son un fastidio, porque te confías, bajas la guardia, y en la siguiente curva...
... ¡zas! Una de éstas que ya no sabes decir ni de qué género es (Androrchis mascula, dice el experto). Lo que no le resta ni un ápice de belleza, de todas maneras.
Rebuscando rebuscando a ras de suelo, uno acaba encontrádose con algún herpeto que otro, como este sapo común Bufo spinosus que, indignado, busca otro agujero en el que esperar a que caiga la noche. Y un herpeto fue mi único bimbo (o casi-bimbo mejor) del viaje...: estábamos paseando cuneta arriba, cuneta abajo, cuando vi que por uno de los pequeños agujeros de desagüe de un muro de contención asomaba la cabeza, y sólo la cabeza, de lo que tenía toda la pinta de ser una culebra verdiamarilla Hierophis viridiflavus, especie que en España sólo vive en Pirineos y que nos moríamos los dos de ganas por ver. ¿Qué pasó? Que al verme la culebra se replegó en un abrir y cerrar de ojos dentro del muro y ¡hala! Que si quieres arroz, catalino; por más que esperamos no volvió a asomar el hocico... menudo cabreo me cogí.
Monticola
saxatilis macho. © Javier Gómez Aoiz
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Así que para compensar mejor os dejo con una fotaza de Javi de uno de los bichos más bonitos que vimos en el viaje, al que seguro que ya habíais detectado en la segunda foto de esta entrada. Y aunque la cuneta todavía dio para algo más, dejo ya el resto del día para mañana...
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