Bajando del puerto de Cotos a Rascafría, poco antes de llegar, deja uno a mano derecha el área recreativa de La Isla. Es un lugar muy visitado los fines de semana veraniegos... pero un martes cualquiera a las nueve de la noche luce bastante solitario. Normal; sólo a cuatro biólogos algo chavetas se les ocurriría acercarse hasta aquí después de echar todo el día currando...
De todas formas, pasear con calma junto al arroyo de la Angostura bien merece el sacrificio (el sacrificio doble: el de acercarse primero y el de seguir levantándose a las seis y media el miércoles casi sin haber deshecho la cama después). Los días en torno al inicio de verano son además tan deliciosamente largos que el camino se hace con total tranquilidad.
Una cascadita y los pinos albares llegando hasta la orilla del lago; si no fuese por los escobones cuajados de flores amarillas cualquiera diría que es una foto de la orilla de un lago escandinavo o de un loch escocés cualquiera... Pero no: hay piornos. Y evidentemente tampoco es una cascada, sino el borde de una presa; una de esas presas en apariencia inútiles que tanto nos apasiona construir a los mediterráneos...
Tras caminar un trecho poco exigente, nos sentamos a cenar en unos peñascos. Y al volver luego, ya de noche y linterna en mano, íbamos prestando atención a cuanto bicho pudiera pulular a orillas del agua.
La verdad sea dicha, poca cosa vimos; pero estuvo entretenido el paseo a la vuelta también. Varios sapos comunes Bufo spinosus, algunos gordos y otros enormes.
Un par de ranas patilargas Rana iberica también; especie endémica de la Península, que en el norte vive junto a regatos limpios un poco en cualquier parte, y que se mete hacia el sur siguiendo los sistemas Ibérico y Central, comportándose ya como un animal de montaña.
Es una pena, pero la Facultad está llena de chavales a los que les gusta esto, pero que "nunca sacan tiempo" para salir al campo... parece mentira.
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