El río Segre discurre en la Cerdanya, cerca de su nacimiento, en sentido este-oeste, dividiendo netamente al norte Pirineos y al sur las sierras prepirenaicas, que a la altura en que estábamos componen el Parque Natural del Cadí-Moixeró. Como decía ayer, después de comer junto al refugio, bajamos al valle, y tras dejar las cosas en Bellver de Cerdanya, donde pasamos la segunda noche, nos dispusimos ya más desembarazados a explorar un poco las tierras bajas. Empezamos visitando unos estanques acondicionados como parque periurbano que hay en el propio Bellver, junto al Segre...
Pero no se movía nada, la verdad, así que aguantamos poco antes de tirar hacia Riu de Cerdanya y, desde allí, tirar por una pista a ratos pegada a un arroyuelo que se internaba Prepirineo adentro. Lo más llamativo de estos bosques para un peninsular es la gran variedad de árboles que crecen en ellos (aunque echando un único vistazo al paisaje de la foto uno diría que es un pinar de pino silvestre, y punto). La Península, por ser relativamente cálida y haber permanecido libre de hielo durante las glaciaciones, tiene por norma mucho más de todo que cualquier otro territorio del mismo tamaño de Centroeuropa... de "todo" menos, por ejemplo, de árboles, a los que los veranos lluviosos de días largos les vienen mucho mejor que las sequías estivales que tenemos aquí. De modo que, en un tramito de dos o tres kilómetros, que no sería más, contamos un total de.. ¿diez, doce? (¡maldita pereza para tomar notas en el campo...!) especies de árbol distintas. Y además, muchas otras plantas que en España sólo se ven en (Pre)Pirineos...
... ya sea porque son especies centroeuropeas que sólo llegan hasta aquí, como la dedalera blanca Digitalis lutea...
... o una de las dos especies de dragoncillo que vimos, el Anthirrhinum latifolium; o porque son especies endémicas de estos montes...
... como otro dragoncillo, el A. molle (rupícola éste, no como en anterior, que crecía en el suelo)...
... o nuestra queridísima Ramonda, que sin duda tan bien recordáis :-)
Del arroyo se levantaban continuamente, chocando contra nosotros con su vuelo torpe, enormes moscas de las piedras (creo que Dinocras cephalotes) recién emergidas como imago. Pero el bicho que íbamos buscando era otro...
... el tritón pirenaico Calotriton asper, que me hizo mucha ilusión ver, pues ya hacía muchos, muchos años desde la última vez. Notaréis que la foto tiene un tono extraño; eso es porque la hice ¡desde fuera del agua!, sin molestar al bicho lo más mínimo. Para que veáis qué rehabilitado estoy con lo de no agarrar herpetos, jeje.
Ahora, a lo que no pude resistirme a echar mano fue a estas fresas silvestres, qué remedio... sólo nos quedaba ya una mañana de bicheo con un objetivo bastante complicado, y había que hacer acopio de todas las energías posibles...
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