13/4/13

De repente

El día en que uno ve los primeros vencejos le hace gracia, claro; pero no merece la pena emocionarse: los primeros siempre van con prisa, a gran altura, camino del norte y sin detenerse; y podría decirse que son tan madrileños como las grullas que, entre el Báltico y las dehesas, aciertan a pasar por casualidad sobre la capital dos veces al año. Pero trascurridos unos días, una tarde cualquiera los vencejos se meten en los patios de luces y de repente está todo lleno; como si sus carruseles gritones hubiesen estado ahí siempre... mentira cochina, claro; que todos sabemos que en cuatro meses se marcharán. Pero ilusión hace; está claro :-) 
Este año los vencejos llegaron con todas las de la ley al día siguiente de verlos por primera vez; justo entremedias de que me aceptaran para pubilcar, el día anterior y el siguiente, dos de los capítulos de la tesis. Ésa también avanza a saltos, ya veis; a ver si en el siguiente que dé ya llega a la meta...

4 comentarios:

Ángel Ruiz dijo...

Vaya, qué alegría de entrada, por los artículos (y la tesis) y los vencejos.
A ver si los descubro (¿Han llegado aquí?), hoy que visitaré románico por Dozón.

Antón Pérez dijo...

Pues la verdad no lo sé; mira algo más arriba de los canecillos y contéstanos tú mismo :-)

Sergio de Carabias dijo...

Desbordan alegría e ilusión las palabras que hoy nos cuentas ¡me alegro mucho que la primavera te esté sentando así de bien, Antón!

Antón Pérez dijo...

¡Gracias, majete! :-) A ver si nos dura a todos...