Volvía yo ayer de la Facultad a casa, supongo que pensando en el frío o en la tesis, cuando un colirrojo consiguió alegrarme la soleada tarde; los colirrojos siempre lo hacen. Tontaina como él solo, se empeñó en mantenerse siempre a dos metros de mí, volando cada vez que me acercaba un poco más adelante (igualito que los mosquiteros; ¿tanto les costará darse cuenta de que sólo tienen que rodeare para que deje de molestarles...?); y dándome la espalda constantemente para que me fijase en lo gris que la tenía... "tú no eres de por aquí, ¿no?" Y es que los colirrojos españoles de pura cepa, los que me alegran el día (y falta que me suele hacer) cuando saco la cabeza por la ventana de la casa de mis padres, suelen ser mucho más negros: aterrimus, les llamábamos antes; hasta que el examen de colecciones lo suficientemente vastas de pieles y la genética dejaron claro que no se puede hablar de que haya una raza distinta de la centroeuropea (gibraltariensis), sino que todo es un continuo de negrura hacia el oeste (o viceversa). Valverde lo comenta muy acertadamente en sus memorias: mientras que los chovinistas científicos de las naciones-estado decimonónicas se empeñaban en describir subespecies y más subespecies apenas distinguibles entre ellas; sus colegas rusos, que tenían a su disposición pieles de aves recogidas desde el Báltico a Chukotka, tenían una visión de conjunto mucho más clara de lo que es la variación clinal de las especies y se mostraban mucho más conservadores a la hora de ponerle a algo un nombre nuevo... En cualquier caso, subespecie o no, el colirrojo de ayer bien se merecía una entrada; es lo menos que podría hacer por él, ya que no me pilló con tenebrios en el bolsillo (que no es que suela llevarlos, ojo).
2 comentarios:
Si quieres unos pocos tenebrios sólo tienes que dar 10 pasos jeje
Ya ya; me los llevo y luego tengo a medio Máster de Bª Evolutiva loco buscando sus experimentos... y tú contenta porque así no los tienes que medir :-p
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