... Con todo lo que indiscutiblemente Bernis sabía de los nombres vernáculos de las aves, en el Prontuario que por primera vez estableció una lista patrón de las especies presentes en España y de sus nombres, metió cosas que no me explico: por ejemplo, dar a una especie el nombre vernáculo de otra, sólo porque esta última ya tenia otro igual de usado. Es, por que me entendáis, como si le llamásemos "sacapuntas" a la goma de borrar porque al sacapuntas ya le llamamos afilalápices. Como la que ya os dije de llamarle camachuelo al cardenal. O la que os digo hoy, de llamarle totovía al Lullula arborea, que no sé si en alguna parte tendría nombre vernáculo propio; cuando de toda la vida "totovías" han sido las cogujadas: nombre más onomatopéyico no podría haber ( Xenocanto; tercer grabación, por ejemplo)... En fin, no hay nada que hacerle ya, supongo; la alondra totovía se tendrá que conformar con llevar la onomatopeya sólo en el nombre científico...
Me gustan las totovías, sobre todo desde que al venir al centro descubrí que ellas, de la mano con los verdecillos, son el inefable reloj que anuncia la llegada de la primavera a la dehesa. Ayer fuimos varios de la Facultad a dar una vuelta por El Pardo; y sí, vimos buitres negros y leonados p'aburrir, y no faltaron las águilas imperiales... pero sí las totovías. Algún día empezará a templase esto.
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