Rosa es una viguesa que lleva un par de años en Lund (donde conoció a mi director, que me la presentó el año pasado) de postdoc, y que está a punto de volver a su tierra como flamante Ramón y Cajal. Esta semana vino una hermana suya de visita, y ambas nos invitaron amablemente a una amiga alemana suya y a mí a acompañarlas ayer en una visita turística por la costa sureste de Escania. Como aquí además el tiempo cambia radicalmente de la noche a la mañana e hizo muy buen día, pues miel sobre hojuelas.
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La primera parada fue Kaseberga. La zona se parece bastante a la rasa costera cantábrica, con terrenos cultivados llanos que se despeñan en empinadas pendientes al llegar a la orilla.
Abajo, en la playa, una serie de personas ingeniosas habían ido escribiendo mensajes con los cantos rodados, para que se leyeran desde arriba... Pero no era éste el tipo de arte lítica que esperábamos contemplar...
... sino Ales stenar, un complejo de menhires prehistóricos que aparentemente fueron traídos hasta aquí desde los alrededores por los vikingos en algún momento de la segunda mitad del primer milenio, con fines poco claros. Poco claros para nosotros, porque las vacas que pastaban por allí tenían bien asumido que aquella era su colección de rascadores particular.
El otoño se acerca y aquí, en el sur de Escandiavia, se acumulaba un buen montón de pajarillos, armándose de valor para dar el salto a la relativamente cercana costa polaca: vencejos y golondrinas pasaban una y otra vez sobre el ganado; mientras que en los setos de la zona papamoscas grises y cerrojillos, currucas zarceras y alcaudones dorsirrojos, picaban algo esperando a que el viento fuese más favorable...
Una imagen de la bonita iglesia de San Nicolás, en Simrishamn. A esta pequeña ciudad, uno de los puertos pesqueros más notables de la zona, nos desplazamos para dar una vuelta y comer.
... sino Ales stenar, un complejo de menhires prehistóricos que aparentemente fueron traídos hasta aquí desde los alrededores por los vikingos en algún momento de la segunda mitad del primer milenio, con fines poco claros. Poco claros para nosotros, porque las vacas que pastaban por allí tenían bien asumido que aquella era su colección de rascadores particular.
El otoño se acerca y aquí, en el sur de Escandiavia, se acumulaba un buen montón de pajarillos, armándose de valor para dar el salto a la relativamente cercana costa polaca: vencejos y golondrinas pasaban una y otra vez sobre el ganado; mientras que en los setos de la zona papamoscas grises y cerrojillos, currucas zarceras y alcaudones dorsirrojos, picaban algo esperando a que el viento fuese más favorable...
Una imagen de la bonita iglesia de San Nicolás, en Simrishamn. A esta pequeña ciudad, uno de los puertos pesqueros más notables de la zona, nos desplazamos para dar una vuelta y comer.
La playa, mucho más aparente que la de Kaseberga, atrae también bastantes veraneantes. Y además la zona es conocida en nuestro mundo por ser un hotspot para las rarezas gaviotiles en Suecia. Andaba yo con un ojo alerta por si se dejaba ver alguna de las gaviotas cáspicas citadas estos días por la zona, pero tampoco era la ocasión más adecuada para una sesión de Xtrem Birding.
Finalmente nos dimos una vuelta un tanto rápida por el diminuto Parque Nacional de Stenshuwud, algo al norte de Simrishamn, conocido por sus áreas bien conservadas de bosque y matorral que llegan justo hasta el borde de una playa larga y agradable, y porque debido a su clima "tropical" viven en él varias especies propias de latitudes europeas más sureñas, como oropéndolas o ranitas de San Antón. Último intento de ver (sin éxito) camachuelos carminosos, una mojadura de pies en el Báltico y a casa, que ya bastante trecho llevábamos encima...
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