Ayer a las seis de la mañana llevaba una hora despierto y me faltaba otra para llegar al bosque de La Herrería, en San Lorenzo de El Escorial. Estamos en un momento de transición entre dos proyectos de investigación y este año, al contrario que en los dos veranos anteriores, no tenemos temporada de muestreo de campo. Sin embargo, por proximidad y por salir de Madrid básicamente, mi director decidió que muestreásemos de la forma habitual en verano La Herrería (donde -con otra metodología, eso sí- anillamos ya decenas de currucas capirotadas todos los años), para comparar los datos con los que ya tenemos de otras zonas.
Así pues, subimos al encuentro de JPT Sofía, Sonia y su novio Alberto (que cada vez nos están ayudando más en el Departamento) y yo. Como el sitio es un currucal lucido yo me las prometía bastante felices, suponiendo que tendríamos ya veinte bichos o incluso alguno más antes de que comenzase a apretar el calor... Sin embargo tras dar un par de vueltas a las redes empezó a hacerse evidente que no iba a ser aquello tan sencillo, porque currucas salían más bien pocas. No obstante, como caían bastantes pajarillos estaba la cosa entretenida: de entre todos destacaban por su abundancia los pollos de petirrojo como el de esta foto de Sofía, de hace un par de veranos.
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Al ir avanzando la mañana dejaron de ir entrando pájaros y básicamente nos dedicábamos a sacar de la red multitud de tábanos enormes, que también se quedaban enredados. Nos ayudaban los avispones, que hábilmente conseguían irse comiendo las grandes moscas sin quedar a su vez atrapados. Comimos en el pueblo y volvimos al bosque, a seguir matando el rato y cada vez más convencidos de que aquello iba a ser como lo de Talavera. Al menos las “especialidades” de la zona, el abejero europeo y el pico menor, se portaron bastante bien, haciéndonos compañía durante casi toda la jornada.
Con el Sol ya cayendo hacia poniente, la situación volvió a animarse algo: apenas alguna curruca más, mucho petirrojo y herrerillo y la guinda del día: nada menos que tres arrendajos. Como todavía nos quedaba una tirada hasta Madrid, mientras JPT los despachaba Alberto y yo fuimos cerrando las redes... En dos de los grupos no quedaba nada ya, pero en el tercero, en apenas unos minutos, nos la habían liado parda... Un bando de esos de páridos que se forman al acabar la estación de cría no había escogido mejor momento que las ocho de la tarde para liarse en tropel en las redes: mientras mirábamos incrédulos los paños, de los que colgaban ya decenas de pájaros, otros seguían llegando atraídos por los gritos de los cautivos y enredándose a su vez... Pedimos ayuda a los demás y nos tiramos cerca de una hora para librarnos de aquella maraña de carboneros, mitos y sobre todo herrerillos, millones de herrerillos encabronados dispuestos a destrozarnos las yemas de los dedos... En fin, el trabajo de campo es lo que tiene... Balance final: 14 míseras currucas, 5 anilladores mancos y una cama todavía huérfana a eso de la una.
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