Por si no lo sabíais (ya por olvido vuestro, ya por olvido mío; que a estas horas no estoy muy seguro de haber escrito sobre esto antes), desde ayer y hasta el próximo viernes 16 estaré en la Ciudad Condal, asistiendo a un interesantísimo y útil (eso espero) curso con el rimbombante nombre de “Filogenias y Genealogías de DNA: Reconstrucción y Aplicaciones”... Ya veis, la vida; toda la carrera huyendo de los temas genéticos y moleculosos para ahora tener que pagar por ir a cursos específicos sobre los mismos.
Ante el temor a que la huelga de Metro estallase de nuevo por la mañana (cosa que no sucedió), pedí a Javi que me acercase a Barajas. Como medio Madrid debía de temerse lo mismo el atasco era infernal... Atasco que seguiría después en el aeropuerto; esta vez de gente deseando empezar sus vacaciones. Contra todo pronóstico me planté sano y salvo en la capital catalana, y tras mis primeras luchas con el servicio de metro (donde en algunos tornos el billete se tica por la derecha y en otros por la izquierda; y los trenes llegan “al revés”, por la izquierda también) llegué muerto de calor a mi residencia: en la Barceloneta, cerca de la playa y en una habitación con vistas a la Torre de les Aigues.
Tras comer y descansar un poco me acerqué a la Facultat, tanto por tantear el tiempo que me iba a llevar hoy y la ruta a seguir como, sobre todo, por encontrarme con Óscar, antiguo compañero de la carrera en Santiago y futuro (cuando se resuelva la convocatoria, que ya son horas...) becario FPI en el Departamento de Bioquímica de la UB. Echamos la tarde juntos, y tiempo habrá de que nos veamos de nuevo, compartiendo edificio durante dos semanas. Y en nada empiezo yo el curso; mañana si Dios quiere ya os cuento qué tal...
Ante el temor a que la huelga de Metro estallase de nuevo por la mañana (cosa que no sucedió), pedí a Javi que me acercase a Barajas. Como medio Madrid debía de temerse lo mismo el atasco era infernal... Atasco que seguiría después en el aeropuerto; esta vez de gente deseando empezar sus vacaciones. Contra todo pronóstico me planté sano y salvo en la capital catalana, y tras mis primeras luchas con el servicio de metro (donde en algunos tornos el billete se tica por la derecha y en otros por la izquierda; y los trenes llegan “al revés”, por la izquierda también) llegué muerto de calor a mi residencia: en la Barceloneta, cerca de la playa y en una habitación con vistas a la Torre de les Aigues.
Tras comer y descansar un poco me acerqué a la Facultat, tanto por tantear el tiempo que me iba a llevar hoy y la ruta a seguir como, sobre todo, por encontrarme con Óscar, antiguo compañero de la carrera en Santiago y futuro (cuando se resuelva la convocatoria, que ya son horas...) becario FPI en el Departamento de Bioquímica de la UB. Echamos la tarde juntos, y tiempo habrá de que nos veamos de nuevo, compartiendo edificio durante dos semanas. Y en nada empiezo yo el curso; mañana si Dios quiere ya os cuento qué tal...
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