1/6/10

Polonia III: Bialowieza

Tras una fiesta de despedida el jueves por la noche de la que tal vez cuelgue fotos dentro de muuuuuucho tiempo, cuando hayan muerto todos los que salgan en ellas; unos cuantos prolongamos todavía un día más el Congreso con una excursión al Parque Nacional de Bialowieza, conocido por ser la mejor y más extensa mancha remanente del bosque caducifolio que en tiempos cubriera prácticamente toda Centroeuropa, y por albergar la mayor población salvaje del prácticamente extinguido bisonte europeo Bison bonasus.
A medida que nos acercábamos al bosque, compartido entre Polonia y Bielorrusia, el cambio en la fisionomía del paisaje y de sus gentes se hizo bastante evidente: un ambiente mucho más rural; y donde las iglesias ortodoxas de planta en cruz griega, tejados bulbiformes y crucifijos de ocho brazos resultaban mayoritarias. Llegando también, el primero de los muchos bimbos del día: un águila pomerana Aquila pomarina. Y nada más bajar del autobús el para mí el bicho más bonito del viaje: Un papamoscas collarino Ficedula albicollis.
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Al bosque uno se va acercando a pie a través de antiguos campos de labor que, ahora abandonados y sin manejo, forman praderas naturales con una variedad de flores silvestres difícil de imaginar, donde salen a pastar por la noche los muchos ungulados de Bialowieza (no sólo bisontes, sino también corzos, ciervos, alces y jabalíes). En la orla arbustiva de dichos prados viven, cantan y se pueden comparar en directo las buscarlas fluviales Locustella fluviatilis (cuya voz recuerda una máquina de coser) y las pintojas L. naevia (de canto similar, pero más acelelerado). Y los ruiseñores rusos Luscinia luscinia, con un repertorio menos variado que el nuestro, pero increíblemente potente (y ya van dos más).

La puerta original del parque, toda ella (hasta los clavos) de madera de roble. Tiene todo el aspecto, y es realmente el acceso a otro mundo. Realmente resulta difícil imaginar sin verlo el aspecto de uno de estos bosques “primigenios”: la quietud, la penumbra, la variedad de especies de árboles… Y de pájaros carpinteros, aunque sólo pude sumar el pico mediano Dendrocopos medius a la lista.

De vuelta hacia el autobús, ya anocheciendo, en el prado donde se perseguían las bonitas tarabillas norteñas y donde aún cantaban ambas buscarlas y el ruiseñor; se habían unido al coro un carricero políglota Acrocephalus palustris y varios guiones de codornices Crex crex, a los que me moría de ganas por escuchar en directo (otras tres, y sigue subiendo…)

Tras cenar junto a la hoguera (a esta gente le encanta hacer hogueras) todavía nos dimos una vuelta para intentar escuchar búhos y lo que se terciase. Por encima del coro incesante de las ranitas de San Antón sólo se dejó escuchar de entre los búhos el cárabo europeo, pero sonaba también el inconfundible bramido del avetoro Botaurus stellaris.
Apenas cuatro horas más tarde, los más entusiastas nos levantamos para dar una rápida vuelta antes de desayunar por el embalse de Siemianowka. Poca cosa, pero salvó la visita una pareja de fumareles aliblancos Chlidonias leucopterus (último bimbo del viaje, y con éste suman doce; nueve en menos de 24 h).


Antes de irnos de vuelta a Varsovia recorrimos un pequeño zoo que alberga ejemplares de todos los grandes mamíferos del parque, bisontes (por supuesto) incluidos. Comparados con sus primos americanos resultan animales mucho más atléticos y estilizados, adaptados a la vida en el bosque en vez de en la llanura… ¿Y qué sale de cruzar un jamón con una abeja?

¡Pues una piara de rayones! :-D Como ya dije, el Congreso fue en lo académico todo un éxito; y la naturaleza del país está llena de sorpresas para los del suroeste. y todo lo que nos ha quedado por ver… Polonia bien merecerá otra visita.

1 comentario:

Anónimo dijo...

a estos le pegaba un chisporroteante bocado.
el equipo de los ciclichae tambien te quiere ver!!
cuelga el dvd!!!