Ya en Madrid, con la temperatura justa, y cargado de (pocas) ganas de trabajar. Igual pensáis que el título de la entrada se refiere, de nuevo, a alguna observación curiosa hecha desde la ventanilla del tren, pero no: al contrario que el año pasado por estas fechas, ayer estaba todo bastante parado, y el espectáculo lo ponían dentro del vagón dos casi-ya-no-bebés-pero-aún-sí que estuvieron liándola todo el viaje de mil maneras distintas; eso y que a algún iluminado se le dio por poner como película Supermán II, la de 1980... No: el título de la entrada viene porque, siguiendo como sigo atenazado e incapaz de salir de las zonas "seguras", al menos he redescubierto estas semanas el gozo de pajarear desde la ventana. El gozo de pajarear sin más, diría incluso, pues hace ya bastante tiempo que no me sorprendía haciendo alguna otra cosa y pensando "¿y qué estará pasando ahí fuera?" Lo que estaba pasando es que frente a casa, buena parte de lo que antes era todo huerta es ahora un barbecho lleno de "malas" hierbas, todas ya produciendo semillas. Y al olor de las sardinas, se llenó todo de verdecillos y pardillos, de todos los colores: machos, hembras y juveniles, cada uno en una fase distinta de muda. Y entremezclados con ellos, las agujas del pajar: verderones, jilgueros y escribanos soteños. Los gorriones, pandilleros, disfrutando también del festín, pero por su lado; juntos pero no revueltos. Y atacando además las mazorcas de maíz por la punta. Y mosquiteros ibéricos, zarceros, papamoscas cerrojillos y golondrinas a lo suyo, hinchándose a bichos antes de volar camino del Sahel, o de las garras de algún halcón de Eleonora. Y un notable carbonero común que me hizo una demostración de por qué en gallego les pusieron el, para mí hasta ahora absurdo nombre, de ferreiriño abelleiro: trincó una avispa (abeja, avispa... lo mismo da) entre las hojas del camelio y, con ademán experto aunque se le veía que hacía nada había dejado de ser un pollo, la inmovilizó con un pie contra una rama en posición segura para irla picando poco a poco. Y después, otra. Y todo esto, como suele suceder, delante de las narices de todos...
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