Finalizó ayer mi primera semana de vuelta oficial en el mercado laboral... tras los nervios del primer día, la verdad es que el trabajo no se hace nada pesado: cada llamada tiene su historia distinta, y entre una y otra siempre hay correos que responder u otras tareas que gestionar, de forma que las cinco horas se pasan volando. Ahora pues, perdido el miedo, lo que toca es empezar a apretar el acelerador, pues lo que más se valora para aguantar en el puesto es la productividad: hacer (bien) más cosas en menos tiempo.
No ha sido pues el contenido del trabajo lo que me ha hecho fruncir el ceño esta semana, sino el hecho de tener, por primera vez, un trabajo "de verdad", con sus horarios, normas y demás. Cierto es que en la Universidad uno curra mucho, y a cambio de nada durante este último año, pero... nadie negará que se vive bien, dependiendo a efectos prácticos uno sólo de sí mismo, pudiendo echar diez y once horas, pero sin tener que pedir permiso ni ajustarse a tiempos para ir al baño o salir a comer algo... Pero en fin, siendo ésta la única queja que tengo del nuevo trabajo, bienvenida sea, que por lo demás agradecido estoy.
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