14/6/15

Lagartijismo 2015: Navacerrada II

 Estos días de muestreo estamos intentando (a costa del sueño, y eso que se supone que muestreando lagartijas uno duerme más que teniendo que poner las redes para los pájaros...) llegar al campo pronto para coger las lagartijas que necesitamos con el primer sol de la mañana, cuando aún están torpes y más se exponen, e intentar así facilitar el resto del día al máximo... Aunque por supuesto, esta semana de tiempo revuelto bien podíamos estar nosotros en la Dehesa de la Golondrina a las nueve, que con el cielo encapotado que nos recibió ya intuíamos que poco había que rascar allí.

 Hicimos tiempo tomando un café y subiendo hasta el puerto de Navacerrada, medio pensamos en abandonar, pero al final empezaron a asomar tímidamente los rayos de sol entre las nubes y, al tiempo en que comenzaron a verse al fondo la Bola del Mundo y La Maliciosa, asomaron también las bichas. Nos fuimos a comer con la mitad del trabajo ya hecho, y después poco tardamos en rematar la faena.

Aunque la lluvia moje estos días la hierba seca, ésta seca se queda, y a mayores de jaras, escaramujos y rebrotes de melojo, apenas sí pintan de verde el suelo los cardos corredores y las bolinas Santolina rosmarinifolia, que además están cubiertas estos días de cabezuelas amarillas. 

 Camufladas entre el poco verde que hay se mueven las chicharras (ayer escuché la primera cigarra del verano en Madrid, por cierto), intentando pasar desapercibidas al agudo ojo de las lagartijas, mientras éstas a su vez intentan, a veces en vano, las más con éxito, escapar de nuestro no menos agudo escrutinio...

 ... nada escapa sin embargo a la mirada inteligente y viva de estas otras compañeras de dehesa, que pese a que no son pequeñas se materializan casi sin hacer ruido junto a uno cuando más despistado está.

 Como terminamos pronto y nos pillaba casi de camino al volver a Madrid, paramos un rato en las charcas de Los Camorchos, con un aspecto bien distinto en verano (y de día) del que suelen tener cuando las visitamos. Resaltando aún más por contraste con el árido entorno, las orillas húmedas de las charcas se visten de un verde que refresca de sólo mirarlo, el verde de los Eleocharis y otro buen puñado de distintas clases de junco.

 Entremedias asoman las pequeñas cabezuelas de las Baldellia ¿repens?, una planta que no conocía, pero que enseguida identifiqué con gran alegría por el característico aspecto de sus flores como miembro de las alismatáceas, una familia que incluye plantas de acuario tan conocidas como los Echinodorus o las Sagittaria.

 Cuando llegamos, multitud de libélulas del género Sympetrum (no seáis malos y no me preguntéis la especie) parecían haberse sincronizado para mudar por última vez su cubierta ninfal y emerger a la vida adulta, las alas y el abdomen todavía temblorosos y desprovistos de color en tanto en cuanto la hemolinfa que circula por todos los reductos del cuerpo del insecto no los va llenando de vida.

 Momento crítico éste, el que va entre emerger del agua y el primer vuelo, cuando son terriblemente vulnerables a la rana que salte lo suficientemente alto...

... y a las ranas les va también la vida en esto de saltar, pues la que no se espabile terminará haciendo bulto dentro del cuerpo de la culebra viperina. Y nosotros tan contentos viéndolo todo...

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