7/11/14

Límites geológicos (Soria inesperada, y IV)

Van dos doctores y dos burros por Soria y... (© Vero)
 Todavía en Covaleda, en nuestra última parada junto al Duero, aparcar el coche y que este burrito patilludo y su señora madre vinieran a mendigar pan y caricias a partes iguales fue todo uno. Y tanto mejor para mí, que son unos bichos que me encantan, con su carita de paciencia infinita...

 Pero no podíamos quedarnos todo el día haciéndoles arrumacos (pues vaya...), que había más cosas que ver Duero arriba; río que trascurría flanqueado por pinos a un lado y robles albares y melojos al otro.

 A unos cientos de metros de donde estábamos, el río se encajonaba entre farallones de conglomerado como los que habíamos dejado arriba en Castroviejo y que os enseñé ayer: este paraje tan bonito se conoce como "los apretaderos" del Duero.
Emprendimos luego ruta hacia el sur, regresando pausadamente a Madrid, y al poco atravesamos una línea geológica perfectamente definida que deja al norte las masas de conglomerado relativamente impermeables, que mantienen el suelo fresco y húmedo al retener el agua; y al sur una gran matriz caliza que se extiende ya casi hasta Madrid y por la que el agua se cuela enseguida por mil cuevas, quedando la superficie del terreno seca. La vegetación cambiaba muchísimo en consonancia, y la carretera, tras bajar de la última colina con pinos, subió en seguida una con sabinas, el árbol estrella de las parameras calizas peninsulares.

 Y al sabinar de Calatañazor* íbamos, a ver los ejemplares más lustrosos de esta especie, con permiso de las sabinas segovianas de Sigueruelo.

 A poca distancia del sabinar, "la Fuentona", un sifón que se hunde en el terreno kárstico y se funde en una red de cuevas de cientos de metros, da salida al exterior a parte del agua del nivel freático, naciendo así el río Abión (o Avión, según el cartel que se consultase). Uno de los programas de Al filo de lo imposible (qué poco me gustan estas series de exploraciones, la verdad; no sé por qué...) se adentra precisamente por este complejo de galerías sumergidas.

(© Vero)
Y no podía faltar una foto de los cuatro para cerrar esta serie de entradas, claro. Y la recomendación de que no os quedéis sólo con las fotos: id a ver todo esto en directo, que merece mucho la pena.

*una cosa que me da mucha, pero mucha rabia, es enterarme de repente de que una palabra que estaba convencido se escribía de una manera, resulta escribirse en realidad de otra. De éstas ha habido muchas, pero recuerdo ahora la creación antoniana de Hyspifilodon* para llamar al Hypsilophodon... y mi encono en decir Catalañazor* en vez de Calatañazor, arrastrando muchas veces a mis compañeros de viaje durante todo el fin de semana...

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