Tras subir la cuesta con que finalizaba la entrada anterior, venía bien un último vistazo atrás para admirar la laguna y su entorno, antes de girarse y descubrir un panorama radicalmente distinto:
La meseta que se eleva suavemente hacia el norte sobre la laguna recuerda enormemente al páramo escocés: pinos espaciados y achaparrados, visitados de continuo por bandadas inquietas de carboneros garrapinos y piquituertos; y por todas partes turberas rezumantes de agua, con matas de brezos y brecinas...
... y musgo, mucho musgo: musgo de todos los tipos habidos y por haber.
Al final de esta meseta se abre un amplio mirador al límite entre Soria y La Rioja, y se ve por primera vez la cumbre pétrea del Urbión, al fondo.
Tras ascender otro breve repecho, el paisaje vuelve a cambiar, y a pesar del agua de la laguna Larga, la altitud es ya mucha y el terreno demasiado pedregoso, de forma que el suelo se ve cada vez más pelado.
Los últimos cientos de metros hacia la cima se hacen así algo más áridos: la senda serpentea entre rocas, acercándose a veces inquietantemente al borde de los cortados de la imagen
Pero mientras nosotros ascendíamos con más o menos esfuerzo, según la capacidad de cada uno, miles de mariquitas de siete puntos Coccinella septempunctata lo hacían sin esfuerzo, y probablemente sin querer, arrastradas por el viento. Una vez arriba buscaban refugio entre las rocas, intentando encontrar un hueco en el sobrevivir al invierno que ya se nos echa encima.
El esfuerzo se hace notar menos si es con un fin, coronar en este caso, y al cabo termina uno por llegar hasta lo alto del Urbión, a 2.228 m snm; apenas una más de los cientos de cumbres del sistema Ibérico, la divisoria que determina en buena parte de España qué ríos fluyen hacia el Atlántico y cuáles hacia el Mediterráneo.
Y uno de los más notables de entre los que fluyen hacia la Mar Océana surge justo entre las peñas al pie de la cumbre del Urbión: ahora que no quedaba nieve que al fundirse agrandase el caudal, el agua que percola poco a poco de la turba constituye el combustible que da vida al Duero más infante, apenas un hilo de agua que salta entre rocas camino del llano. Y tras asistir a su parto permanente, bajamos nosotros también, ya con la tarde de caída...
...Una tarde en la que, por presión popular, aprendí a jugar al mus, pudiendo comprobar que, como todos los juegos de cartas, me resulta innecesariamente complicado y más bien aburrido... lo siento, chicos. Pero en cualquier caso se agradece el intento.
3 comentarios:
Bonitas fotos
Me han dado algo de penilla las pobre mariquitas.
Mus!! COmplicado?? Sí Aburrido?? NOOOOOOO. Yo tuve una época de bte vicio y te aseguro que de los de cartas es de lo mejor. Hace tanto que no juego... :/
Bonita entrada! Echo de menos una foto piquituertosa... pero entono el mea culpa, te la tenía que haber pasado yo. Llegará y ya la "colaremos" como sea ;)
Buenas a los dos :-)
- Digo que el mus, como todos los juegos de cartas, me resulta aburrido a mí; para gustos los colores. La próxima vez que salgamos al monte ven y así podéis entreteneros todos juntos.
- Si me la mandas la subiré, claro, pero... no soy yo el único que tiene un blog donde subirlas :-p
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