En todo el Prepirineo son comunes unas curiosas formaciones geológicas, los mallos. Los mallos son moles más o menos cónicas que se yerguen destacando mucho sobre el terreno arcilloso circundante. Provienen de la acumulación de sedimentos fluviales de la protocuenca del Ebro, anterior a la elevación de los Pirineos, que con el paso del tiempo se fueron compactando y formando una roca sedimentaria típica: el conglomerado. Al elevarse luego los montes, lo que antes era una llanura de roca acumulada por los ríos a lo largo de millones de años ¡pasa a ser una pared!, que al erosionarse los materiales blandos de alrededor queda erguida, recortada contra el horizonte.
Subiendo de Huesca al norte, a uno se le va la vista enseguida a dos mallos de estos, casi gemelos, la peña de San Miguel al oeste, con la pequeña peña de El Fraile delante, y la de Amán (Sen y Men, en sus nombres árabes); separadas por el río Flumen. Ambos mallos forman la zona del Salto de Roldán, la "puerta" de Guara.
Se puede subir a lo alto de la peña de San Miguel, siguiendo desde un aparcamento que nos costó lo suyo encontrar un breve sendero. Breve, pero empinado y estrecho, aunque en algunos punto cuenta con agarres para ir un poco más tranquilo...
...y en otros cuenta con agarres porque si no directamente no se podría subir, jaja. La verdad es que no contábamos con que estas escaladas xtreme estuviesen incluidas en el viaje, pero las pasamos bien, y sin demasiados sudores.
No sé qué esperaba encontrarme a llegar arriba, pero desde luego no que estuviese todo tapizado de asfódelos. De todas maneras bien podéis imaginar que, ante las vistas que había, le hicimos bastante poco caso al gamonal...
De frente, para empezar, al otro lado de un cortado mareante sin barandillas ni historias, peña Amán; y buitres y chovas cruzando el pasillo a todas las alturas posibles.
Hacia el norte, entre laderas llenas de guillomos y boj (cómo cambia el monte de un lugar a otro.. uno nunca acaba de pasmarse), el curso zigzagueante del Flumen, al que no se ve, pero se le intuye por el fondo del cañón, atravesando la Sierra.
Y hacia el sur las lomas mucho más suaves de la hoya de Huesca.
Bien podéis imaginar que una peña tan estratégicamente situada debía de tener algún tipo de fortificación, y así es: sobre la meseta de la cumbre se extienden los restos de un pequeño fortín, que pasó varias veces de manos árabes a aragonesas al compás de los vaivenes de la Reconquista. Aljibes, almenaras, muretes... o torres como ésta, bellas en su simplicidad.
O una pequeña capillita de ábside diminuto, que casi se tocaban los lados con los brazos estirados; bien cuca ella.
Alguna plantita tendría que caer también, ¿no? Una Polygala (¿alpina?), género que voy a empezar a fotografiar después del engaño que me hicieron en Zamora durante el muestreo mariposil.
¡Y un narcisito, cómo no! Narcissus assoanus, una especie pequeñaja que encontramos creciendo abundantemente en éste y todos los otros altozanos a los que subimos a lo largo del puente.
Y aquí estamos los tres, luciendo palmito, en una foto de la cámara de la señorita de la derecha. Un poco abrigados a pesar del sol, pero ¡es que hacía un viento...!
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