25/7/13

Confesados

Cada día nos subimos a un coche, y cada día muere gente en accidentes de coche (o atropellada). Pero, aunque en teoría el siguiente podamos ser nosotros, siempre vivimos con la idea de que "eso no me va a pasar mañana"... Al fin y al cabo, los accidentes en la carretera suelen tener tanta carga de factores humanos (sueño, bebida, el cinturón, cruzar de cualquier manera...) que uno piensa que, con un mínimo de sentido común, evitar situaciones de riesgo no es tan complicado. Otra cosa bien distinta es que sea un tren el que tiene un accidente; algo tan seguro y cuyo funcionamiento esta tan fuera del control de los viajeros como un tren. El mismo tren que uno coge habitualmente para venir a ver a su familia. El mismo del accidente donde ayer murió tanta gente, aunque sea en una estación posterior del recorrido... ¿Cuántos de los que venían conmigo ayer por la mañana, y que dejé en el vagón siguiendo viaje hacia Santiago tras bajarme en Orense, hicieron igual que yo y cogieron como novedad el tren de la mañana en vez del de la tarde? ¿Cuantos hicieron lo contrario? ¿Dónde estaría yo ahora si, en vez de la curva de entrada a Santiago, estuviésemos hablando de la de entrada en mi estación? ¿Mirando desde el andén, con un rasguño en la frente y cara de ido... o debajo de una manta? Qué poco pensamos, al decir lo de "que Dios nos pille confesados", en lo literal que debería ser esta frase...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Antón, tras el accidente, me acordé de ti. Gracias a Dios que estás bien.
Saludos
Joaquín

Antón Pérez dijo...

Gracias, Joaquín; y gracias a todos los demás que, a pesar de lo improbable que habría sido que me hubiese pasado algo, os habéis interesado por mí estos días.