Pero no acaban con las de la Tesis las desventuras de esta semana, cá! Como cada año en cuanto aprieta el calor, comienza el baile de muestras de un congelador descompuesto a otro a punto de descomponerse... uno llega tan tranquilo de buena mañana a la Facultad, y oír el pitidito de "me he roto, ¡jódete!" y echarse a temblar es todo uno; todo ello como consecuencia de las temperaturas infernales de la sala donde están esas neveras. Nuestro ultracongelador es un campeón en esto de petar, y no había verano en que no decidiese tomarse por nosotros las vacaciones que nunca tenemos. De modo que el año pasado decidimos dejar de arreglarlo y pasar todo el material a la enorme cámara frigorífica del sótano de la Facultad, donde las muestras duermen tranquilas hasta que algún pringadillo en manga corta se mete a rebuscar entre ellas dando saltitos, rezando para que no se le cierre la puerta y morir congelado a oscuras por no poder encontrarla... hasta este martes. El lunes por la tarde la señora cámara decidió que hasta aquí hemos llegado, y sin hacer sonar su alarma ni nada, se apagó. Y el martes por la mañana subió el técnico diciendo que la cámara "frigorífica" estaba a 20 ºC, y que tonto el último. De modo que pasamos una encantadora mañana recolocando las cosas que no estaban en alcohol (que dudo que sirvan para nada ya, la verdad, tras llevar a cuestas varios ciclos de congelado y cocción alternos) por neveras de toda la Facultad. Acabamos además con los ojos y la garganta arrasados por los vapores del formol de mil botes de muestras que, almacenados "porque sí" en la cámara, en su día reventaron al congelarse y expandirse el agua que diluye el formol (uno supondría que en la Universidad la gente sabe que estas cosas pasan, pero ya ves); y que al descongelarse gotearon y se evaporaron envenenando el aire de la sala. Por no hablar de las 40 truchas congeladas sobrantes de prácticas de Zoología que se guardaban allí, y que ya no lo estaban tanto...
Una semana maravillosa, vamos. Así que no veáis con qué ganas me vine ayer a Barcelona, a pasar un fin de semana largo con Sonia antes de que se tenga que volver a Madrid... Hay que ver qué bien se respira junto al mar.
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