Ando estos días volcado en buena medida en emplear el tiempo que la pereza estival me deja libre en prepararme para cuando vayamos a Canarias, para sacar el máximo partido de todo lo que veamos. Entre otras cosas, he estado dándole caña a la guía para hacerme una idea de las especies de salamanquesas, eslizones y lagartos que vamos a ver allí; y hojeando páginas me encontré con la historia que os transcribo ahora. Mi guía está ya un poquillo desfasada y los dibujos no es que sean los mejores que haya visto nunca; pero ciertamente es un buen libro, y me gusta además porque intercala entre el texto principal abundantes detalles que hacen muy amena su lectura. Al final de la descripción del Gallotia caesaris, añade por ejemplo una nota mencionando que dos científicos alemanes (Philip Lehrs y Caesar Boettger) se dieron cuenta más o menos a la vez a primeros del S. XX de que ese animal era una especie nueva y, en la pugna por ser el primero en describirla, Lehrs se adelantó a su rival; aunque tuvo el detalle (¿o el recochineo?) de dedicarle la especie. El caso es que, en su ansia por ser el primero, Lehrs viajó a Londres con sus especímenes preservados para pedir ayuda al conocido herpetólogo anglo-belga Boulenger. Y la descripción de su especie salió adelante en agosto de 1914, sí... pero al rato dio comienzo la I Guerra Mundial y nadie en Inglaterra se creyó que Lehrs estuviese allí sólo buscando información sobre lagartos, de modo que se pasó todo el conflicto como prisionero de guerra, en una cárcel en un islote. Finalizada la guerra, pudo volver a Alemania, dejó los lagartos de lado y se dedicó a los estudios forestales... Un buen día, pasados los años, quiso al menos recuperar los ejemplares tipo de la especie, que se habían quedado en Londres. Pero cuando terminó de negociar el asunto y se los iban a enviar... estalló la II Guerra Mundial; y los lagartos se quedaron donde estaban. Cosas de la vida.
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