Una naturaleza muerta con crisantemos; ¡qué apropiado! |
Ayer en la ciudad; hoy imagino que nos dejaremos caer por la aldea... A veces se critica la pretendida hipocresía de los que solo se acercan al cementerio y se acuerdan de sus difuntos una vez al año, acallando sus conciencias con crisantemos. Bueno, es bastante habitual esto de erigirnos en jueces de las cabezas ajenas, ¿no? :-) Puede que solo se acerquen, que solo nos acerquemos a los cementerios una vez al año, pero eso no implica que no nos preocupemos por nuestros muertos, por todos los muertos, con mucha mayor frecuencia. Cada uno se preocupa de las ánimas como mejor sabe; y darle por otra parte un buen fregoteo a la losa o a la placa del nicho y adornar con unas pocas flores, además de una manifestación externa bonita de lo mismo, no deja de ser un cuidado necesario de la casa de uno. De la "segunda residencia"...
Ayer en la ciudad, como digo, pero no sin campo: con ese extraño sentido de la oportunidad que tienen las aves ("ganas de joder" sería más adecuado), cuando ayer miraba distraído por la ventana de casa, sin por supuesto estar ni alerta ni con prismáticos a mano, un enorme (una, pues) azor juvenil causó el pánico irrumpiendo en tromba entre las palomas de la estación; perdiéndose después entre las casas tras de una de ellas, no de esperanza falto... Más tarde, junto al río, una tenue lluvia de esas escamas con forma de flor de lis de los frutos de los abedules me hizo mirar hacia arriba: discretos, sin piar apenas, mis primeros lúganos de la temporada se tomaban una tapita.
Ayer en la ciudad, como digo, pero no sin campo: con ese extraño sentido de la oportunidad que tienen las aves ("ganas de joder" sería más adecuado), cuando ayer miraba distraído por la ventana de casa, sin por supuesto estar ni alerta ni con prismáticos a mano, un enorme (una, pues) azor juvenil causó el pánico irrumpiendo en tromba entre las palomas de la estación; perdiéndose después entre las casas tras de una de ellas, no de esperanza falto... Más tarde, junto al río, una tenue lluvia de esas escamas con forma de flor de lis de los frutos de los abedules me hizo mirar hacia arriba: discretos, sin piar apenas, mis primeros lúganos de la temporada se tomaban una tapita.
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