Llovía ayer por la mañana en Ourense. Y ya sabéis que odio mojarme, pero no me importó salir a pasear paraguas en mano; al fin y al cabo desde que volví de Edimburgo he visto llover solo ¿dos, tres días como máximo? Y ya sabéis que están los embalses secos... y los montes arden, y todavía estamos en invierno. Y a más fuego, más mimosas, que ocupan enseguida el suelo que las llamas les despejan de sombra para no dejarlo ya. Y cada marzo, el monte, más amarillo.
Llovía ayer; hoy ya no. Debería llover más, aunque no me guste. Debería irme a vivir a un sitio de natural árido, donde no tenga que disculparme ante la Biología por alegrarme cada nuevo día que luce el sol...
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