Apenas a unos kilómetros al SE de Granada capital (al fondo en la foto) está Monachil. El río del mismo nombre, aguas arriba de la localidad, atraviesa las estribaciones occidentales de Sierra Nevada cortando un cañón de gran belleza. En esta área, que se llama "Los Cahorros", pasamos la mañana del lunes.
Desde la zona de aparcamiento el sendero, entre casas con sus huertos, se dirige directo hacia los paredones calizos; que al cerrarse tanto hacen que aumente la humedad del ambiente y que pueda crecer una vegetación muy espesa y agradable. Y llena de nuevo de currucas insolentes, cantando despreocupadas al verme sin redes en la mano...
En un par de tramos, unos puentes colgantes bastante emocionantes permiten salvar el paso del río.
Buena parte de la ruta discurre por el fondo mismo del cañón, por un estrecho sendero que se pega tanto a la roca que, en algunos tramos, como al fondo de la imagen, hay literalmente que pasar gateando si uno no desea caer al Monachil y que la corriente lo arrastre hacia una cascada...
Una vez atravesado el cañón, el valle se abre bastante. Todas las paredes de la zona estaban llenas de vías de escalada; aunque a mí, que estoy más feliz con las manos libres y los pies en el suelo, me interesaban más las plantitas y los bichos.
Una planta en concreto me hizo especial ilusión, la dedalera negra Digitalis obscura (sunset foxglove, su nombre inglés, suena mucho mejor); un endemismo íbero-magrebí de zonas calizas mediterráneas.
Un detalle de las flores de esta belleza. Las dedaleras son uno de los grupos de plantas que me hacen especial ilusión; como los narcisos y otras tantas.
Y esto, más que una belleza, es una curiosidad que hacía tiempo que no veía: una Cuscuta epithymus (creciendo, eso, sobre un Thymus; un tomillo). Esta planta, que ni planta parece ("barbas de raposo" se llama, apropiadamente), es.... bueno; quién mejor que él para contároslo :-)
Llegado cierto punto, el sendero gira, se encarama poco a poco a la ladera y uno recorre el cañón de vuelta al punto de partida; pero por arriba esta vez.
Y fue allí cuando, al agacharnos a fotografiar ni recuerdo qué, acertamos a ver al bichejo de la foto escabulléndose dentro de un tojo, del que a Alberto le costó lo suyo sacarlo. Esta bellísima cría de culebra de herradura Hemorrhois hippocrepis hizo honor a su fama de serpiente agresiva (aunque inofensiva; que ni tiene veneno ni muerde si no se le tocan las narices, como nosotros -mal, muy mal- hicimos con ésta) lanzándonos tarascazos llenos de ira.
En definitiva, un fin de semana largo en el que disfruté enormemente, tanto del campo como de la compañía de Alberto (en la foto.... un poco de postureo, para la galería :-p). Y deseando que estoy salir otra vez; a ver si surge algo mañana...
4 comentarios:
Muy apañada entrada, como siempre! Me gusta ver lo que me has contado... y darme cuenta de que me lo había imaginado totalmente diferente, jajaja!
Aquí seguimos, un beso!
A saber cómo te lo habías imaginado... :-)
Menuda suerte tuvísteis al ver la Digitalis obscura, es una plata bonita que se resiste para mi.
Un saludo
Felipe
¡Hombre! Un alyteño en la sombra, jeje :-)
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