"La isla se extiende frente a las costas de Albania
y Grecia como una larga cimitarra mordida por la herrumbre. La empuñadura es la
región montañosa, pedregosa y yerma en su mayor parte, con imponentes peñascos
que frecuentan el roquero solitario y el halcón peregrino. Sin embargo, en los
valles de esta región escarpada, donde el agua mana abundantemente de las rocas
rojas y doradas, hay bosques de almendros y nogales que dan sombra fresca como
un pozo, batallones espesos de cipreses como lanzas, e higueras de plateado
tronco y hojas del tamaño de fuentes de mesa. La hoja de la cimitarra la forman
ondulados edredones verde-plata de olivos gigantescos, algunos se dice que más
de cinco veces centenarios, y cada uno irrepetible en su estampa artrítica y
encogida, acribillado el tronco por cien agujeros como una piedra pómez. Ya
hacia la punta de la hoja está Lefkimi, con dunas centelleantes que hacen daño
a la vista, y extensas marismas ornadas de hectáreas de cañas que crujen y
susurran y bisbisean subrepticiamente. La isla se llama Corfú."
... no sé si el campo de juegos de mi imaginación infantil seguirá pareciéndose mucho a como lo describía Gerald Durrell en 1969, echando él mismo la vista treinta años atrás; ojalá que sí. Habrá que preguntarles a mi madre y a mi hermana mayor cuando vuelvan de allí, tras pasar una semana a primeros de julio.... No; no tengáis pena por mí: me ofrecieron ir y hubiera podido acompañarlas. Me negué, con novecientas noventa y nueve excusas; todas ellas absolutamente ciertas. Y añado ahora una, para redondear la cifra: "no dejes que la realidad te estropee un bonito recuerdo"... aunque sea imaginario.
1 comentario:
ah pillaban!, ainda estas a tempo
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