El sábado en cualquier caso, mientras mis otros compañeros de viaje se retiraban a sus hogares a descansar de la horrible paliza que nos habíamos metido, a mí todavía me quedaban ganas de marcha: y sobre la misma (¡toma zeugma, Cervantes!) me apunté a un plan que me ofrecieron a media tarde. Al rato de llegar a casa volvía a salir con Jaime, cómo no, y con JuanMa esta vez también, hacia Soto del Real, a cenar en un bar...
... pero el objetivo no era evidentemente cenar fuera, sino esperar a que se hiciese de noche para comenzar la tarea que nos tendría entretenidos hasta las tres de la mañana: comprobar, ahora que las hembras de estornino están iniciando sus segundas puestas, cuál ocupa cada caja. Si recordáis, muchas están marcadas con chips como los de los perros, de modo que mientras duermen incubando en sus cajas por la noche uno puede arrimar un lector a las cajas nido y, sin que ellas se enteren, averiguar cuál es cada una.
La dehesa, en una noche sin luna, transformada a estas alturas del año en un mar de asfódelos blancos, ycon las nubes reflejando la anaranjada luz mortecina que llega desde la ciudad de Madrid, parece el escenario propicio donde observar las almas de los helenos que fueron y ya no son; el sitio donde uno esperaría ver al truhán de Ulises preguntando por dónde se va a Ítaca, mientras guiña el ojo esperando a que en vez de a casa le envíen de vuelta a Circe de jarana... Transcurrido el primer instante de irrealidad mágica, el biólogo despierta de nuevo, y aumentan las ganas de descubrir algún búho volando en silencio; o de averiguar a quién pertenecen los ojos que, brillando al fondo entre los mejolos, le observan a uno con ansiedad, desapareciendo como por ensalmo si uno se acerca.
Pero el biólogo se desvanece también dejando paso al gallina cuando esos ojos que brillan aparecen más separados y a mayor altura de la que pueda tener cualquier zorro o garduña. Tenía yo un puntito de curiosidad por saber cuál sería mi reacción al caminar entre vacas de noche; si me daría menos, igual o más impresión que de día. Al preguntármelo ahora la respuesta parece obvia: me cagué en los pantalones. Porque de día ya les voy cogiendo el tranquillo; y si tienen cara de buenas me trasmiten esa misma paz, y todos contentos. Pero de noche, ¡ay amigo! Mientras enfocas a una oyes moverse nerviosas a las otras por los lados y por detrás; visiblemente molestas porque un macaco lento y fácilmente pateable las despierta deslumbrándolas con una luz que lleva sujeta a la cabeza: tanto mejor; más fácil de distinguir el objetivo...
... en fin, que habrá que volver :-) Y si eres gordito y corres despacio y haciendo mucho ruido, estás invitado a acompañarnos, jeje.
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