Y después de currárnoslo un poco, lo que siempre le da más emoción al asunto, Javi localizó en el prado recién segado de arriba al bicho de su foto: un ejemplar de escribano lapón Calcarius lapponicus, especie propia de la tundra ártica que inverna en las costas del mar del Norte y en las estepas de Europa Oriental y Rusia, aunque algunos se dejan caer cada año por España.
Con el cupo de rarezas del día más que satisfecho, no nos importó demasiado no dar con los bisbitas de Richard Anthus richardi que solían verse también en los prados del escribano (bueno, a mí sí me importó algo más, que Javi ya se los había tachado antes...); ni no localizar en la sauceda de playa de Mar de Fóra (Fisterra, en la foto) ninguno de los hasta cuatro mosquiteros bilistados Phylloscopus inornatus que han llegado a salir a la vez allí este otoño. Y nos alegramos mucho más al anotar ambos en Corcubión al arao común Uria aalge en nuestras listas españolas.
La lluvia, que nos dio la lata durante todo el día, se acercó a presentarnos sus respetos ya cuando fuimos a dormir a Santiago, sicut fur in nocte, sin avisar a nadie (ya lo siento, pero ni las horas ni el tiempo de sueño aconsejaban grandes fiestas). Cena y a dormir corriendo, que quedaba mucho (¡todo un día!) por delante...
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