30/1/16

Hombre muerde a perro

Ayer me enteré, a través de la web del HBW, de la existencia de un artículo cuyo tema me pareció que bien merecía una entrada. Parafraseando el aforismo de que "que un perro muerda a un hombre no es noticia, pero que un hombre muerda a un perro sí", resumiré su contenido en que "que un pez se coma a un pájaro" bien merece la publicación de un artículo, aunque sea en Marine Ornithology.

El protagonista emplumado de esta entrada
 Efectivamente, hay muchas aves que comen peces, pero peces que coman aves ya son menos. Y si bien los tiburones tigre que depredan en Hawái sobre jóvenes albatros han aparecido ya en muchos documentales, y a nadie sorprende por otra parte que un tiburón se líe a dentelladas con cualquier cosa que flote; otras interacciones llaman la atención por ser  más "accidentales" (aunque sean frecuentes), por dejarle a uno la sensación de que "eso no debería pasar", que es el pájaro el que debería comerse al pez... a pesar de las diferencias de tamaño. No comenté en su día el caso de los peces tigre saltando para atrapar golondrinas como si fuesen moscas, pero sí me detendré ahora en en caso que nos ocupa: al analizar los contenidos estomacales de bacalaos del Pacífico (muy similares al nuestro) pescados en el entorno de las Aleutianas, los firmantes del artículo detectaron que una cantidad nada desdeñable contenía restos de aves marinas, sobre todo de mérgulos empenachados Aethia cristatella. Lo más llamativo para mí no es que un pez que puede medir metro y medio se zampe entero un ave marina poco más grande que un estornino, sino imaginar cómo se producen esos encuentros... sabiendo que los bacalaos son peces de fondo. La duda queda resuelta, claro, al pensar en que estos pajarillos birriosos pueden descender hasta los ¡100 m! de profundidad buscando comida.

A la izquierda, un alca gigante; que como se ve recuerda mucho a los falsos pingüinos
Qué curiosos son los álcidos, como el mérgulo, que en vez de bucear como cormoranes o patos, usando los pies palmeados, "vuelan" bajo el agua. A tal efecto han desarrollado unas proporciones corporales (cuerpos alargados, patas situadas muy atrás, alas cortas) que los hacen ser torpes en vuelo, pero muy ágiles en el agua. Una especie extinguida en el S. XIX, el alca gigante, llegó incluso a perder la capacidad de volar, lo que sin duda ayudó a precipitar su final. Pero no antes de legar su nombre a sus equivalentes ecológicos del hemisferio sur: pen gwyn se llamaba esta ave en gaélico, y penguins terminaron llamándose esas otras aves que tanto se le parecían, aunque ahora ya pocas veces se recuerde que, en realidad, llevan su nombre de prestado...

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