15/1/16

Agua y rocas

 Aunque pasamos bastante tiempo triscando por las cañadas del interior del cabo de Gata, el hecho es que, si es cabo, es porque así lo ha promovido el mar, y no estuvimos nunca lejos del mismo a lo largo de nuestra visita.

 El mar añadió a nuestra visita infinidad de elementos de fauna y flora, como esta Pallenis maritima, pero que se quedaban empequeñecidos ante el conjunto brutal de formas geológicas de la costa; pequeñas pinceladas de color, sobre un lienzo azul, gris y pardo.

 Es la piedra en todas sus formas, incluso en la domesticada (como en la batería de San Felipe, o en varias almenaras antiguas que jalonan todo el contorno de la costa), la que aporta personalidad al cabo de Gata: todo un festival de materiales geológicos de orígenes diversos, ora sedimentarios, ora volcánicos; muchas veces confundidos entre sí.

 Una base pétrea sobre la que el agua, el aire y los años han ido esculpiendo sus creaciones, a cada cual más caprichosa... Qué pna, no recordar algo más de Geología de 1º, no haberme preocupado luego de aprender algo más, para exprimir mejor el jugo de la zona.

 Separadas apenas por metros, las distintas playas no tenían a veces nada que ver entre sí: alfombradas unas de cantos rodados...

 ... y otras de arena fina. Más grandes o más pequeñas, más o menos batidas por las olas... playas para todos los gustos, hasta para los que no les gusta el mar.

 Y flanqueando las playas, los acantilados, cuyos distintos estratos geológicos recuerdan a las capas de una tarta.

 Al sur del cabo son bastantes las zonas donde no se puede acceder en coche, pero que pueden recorrerse a pie por distintos senderos, que suben y bajan a lo largo de las laderas ventosas, acercándose a las playas o mirándolas desde lo alto.

 Mirándolas estaba este dragoncillo de Gata Antirrhinum charidemi, una de las especies endémicas que iba buscando, aunque al igual que los camachuelos trompeteros, se nos quedó en el tintero la que más ganas tenía de ver, el azafrán de Gata.

 Y por finalizar ya con el relato del viaje añado un ambiente distinto al interior seco y la costa rocosa de estas dos últimas entradas: las salinas del poniente del cabo, repletas de flamencos y otras aves que no pusieron objeciones a ser vistas desde los observatorios.

Y cierro ya con mi agradecimiento a mis compañeros de viaje: Andrea, Álex y Brego, refugiadso del aire en una pequeña caverna. Este viaje era mi regalo de cumpleaños, aunque más precisamente el regalo habría consistido en tacharme los camachuelos, pues "un viaje para hacer un bimbo" era lo que en concreto ponía el vale que me habían regalado. De modo que... igual intento echarle morro y volvérmelo a cobrar. A ver si cuela...

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