Como os contaba ayer, la nieve caída la noche del domingo no fue ninguna tontería;
y en un tris estuvimos de no poder salir de allí. Aunque trajinando un poco con
la pala y siguiendo con cautela la rodada del todoterreno de Joan llegamos
sanos y salvos de vuelta al asfalto. Ahora lo recuerda uno con una sonrisa en
la cara, pero...
Nuestro siguiente destino fue la
vecina comarca del Pallars Sobirà. En Roní, Casa Macià fue un descanso más que
agradecido tras las espartanas condiciones de los días anteriores. A pesar de
la lluvia disfrutamos también del paseo por la zona, donde muchos elementos
mediterráneos y centroeuropeos se dan la mano: por poner un ejemplo, en pocos
lugares sería fácil ver en el mismo seto currucas capirotadas, carrasqueñas y
mirlonas.
Por fin el martes amaneció despejado, y nos decidimos a caminar un poco
por las pistas forestales de la estación de esquí de Port Ainé. Claro, con lo
que no contábamos al salir de Madrid es que el primero de mayo, y aunque la
carretera estuviese limpia, nos fuese a llegar la nieve por las rodillas a
apenas 1.900 m snm.
Hubiésemos agradecido llevar
raquetas, para caminar sobre la nieve con tanta soltura como el tejón que dejó
tras de si este rastro; pero en cualquier caso el paseo merecía la pena:
paisajes de esos que hacen embobarse, multitud de huellas en la nieve, como un
pequeño concurso preparado para nosotros; chovas, mirlos capiblancos...
En
cualquier caso, las mojaduras y el frío hacen mella; así que tras comer,
cambiarnos y dormir un rato, por la tarde paseamos por un bosque a una altitud
menor y mejor, mucho más limpio de nieve y mucho más bonito: abierto, con
grandes masas de gayuba y arándanos tapizando el suelo bajo los pinos
silvestres. Allí escuchamos sin ver a su dueño el pesado aleteo de un urogallo
entre los árboles. Allí escuchamos el coro crepuscular de multitud de mochuelos
boreales, acompañados de cuando en vez por el ronquido de los machos de chocha perdiz o becada Scolopax rusticola haciendo la ronda por sus territorios, segunda especie nueva
del viaje, que me quedé con ganas de poder ver además de escuchar. Allí nos lo
pasamos tan bien que decidimos dar todavía un último paseo el miércoles por la
mañana, antes de emprender el largo y agotador regreso.
Contentos, pero cansados. Otro lo
habría dicho al revés, pero yo ya he tenido suficiente frío, agua y nieve por
este año. Menos mal que parece que pronto cambiarán las tornas... En cualquier caso, hay que agradecerle a Javi que, salvo por el tiempo, que era lo único que no estaba en su mano, todo saliese a pedir de boca :-)
2 comentarios:
No lo diré más: jooo, que envidia!
No te quejes tanto, que ya habrá más años y más ocasiones para que tú también pases frío :-p
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