- ¿Ha visitado alguna vez la Palestina ocupada?
- Esto... No.
Mi hermana Alda y su novio, incapaces de dejar pasar un mes sin coger un avión, tienen ya prácticamente atados todos los cabos de su viaje de este agosto por Egipto, Siria y Jordania. Todos menos el tema de los visados, del que me ocupo yo, por estar aquí en Madrid sin “nada que hacer” durante las mañanas. Tras una ronda de reconocimiento hace un par de semanas, situando en el mapa las embajadas de las dos repúblicas islámicas y recogiendo de paso los documentos a rellenar (llenos de preguntas pintorescas como la de arriba), anteayer tramité los de Egipto y ayer recogí ambos pasaportes ya sellados.
Lo divertido vino esta mañana, cuando justo con un pie ya dentro de la Embajada de Siria recibo una llamada de Alicia, no mi hermana mayor, sino una chica amabilísima que me había atendido en la de Egipto. ¿El motivo? Uno de los dos pasaportes que me había llevado el día anterior no era el del novio de mi hermana, sino de un señor con barba y pinta de pocos amigos, al que me imaginé en la otra oficina reclamando a bramidos su documentación.
Comencé una carrera contrarreloj: hora y cuarto para ir de Platería Martínez 1 a Velázquez 69, intercambiar los documentos (sin barbudo cabreado, por suerte) y volver, antes de que cerrasen los sirios la admisión de documentos. Me sobraron 10 minutos al final...
(en el Metro, una abuela muy sabia que llevaba a sus nietos a jugar al Retiro los ordenó por edades para evitar peleas cuando todos pretendían pulsar el botón de apertura de puertas en cada estación)
...pero gracias a la poca siriedad de los empleados de la embajada y de los del banco donde tuve que pagar las tasas no salí de allí hasta una hora más tarde...
- Hola, quería tramitar un visado, dijo una señora en un español titubeante
- ¿Nacionalidad?
- Estadounidense
- No es aquí
- ¿Cómo? ¿pero entonces dónde...?
- NO es aquí
Y punto. Y yo a la Facultad, a comer y a seguir trabajando.
- Esto... No.
Mi hermana Alda y su novio, incapaces de dejar pasar un mes sin coger un avión, tienen ya prácticamente atados todos los cabos de su viaje de este agosto por Egipto, Siria y Jordania. Todos menos el tema de los visados, del que me ocupo yo, por estar aquí en Madrid sin “nada que hacer” durante las mañanas. Tras una ronda de reconocimiento hace un par de semanas, situando en el mapa las embajadas de las dos repúblicas islámicas y recogiendo de paso los documentos a rellenar (llenos de preguntas pintorescas como la de arriba), anteayer tramité los de Egipto y ayer recogí ambos pasaportes ya sellados.
Lo divertido vino esta mañana, cuando justo con un pie ya dentro de la Embajada de Siria recibo una llamada de Alicia, no mi hermana mayor, sino una chica amabilísima que me había atendido en la de Egipto. ¿El motivo? Uno de los dos pasaportes que me había llevado el día anterior no era el del novio de mi hermana, sino de un señor con barba y pinta de pocos amigos, al que me imaginé en la otra oficina reclamando a bramidos su documentación.
Comencé una carrera contrarreloj: hora y cuarto para ir de Platería Martínez 1 a Velázquez 69, intercambiar los documentos (sin barbudo cabreado, por suerte) y volver, antes de que cerrasen los sirios la admisión de documentos. Me sobraron 10 minutos al final...
(en el Metro, una abuela muy sabia que llevaba a sus nietos a jugar al Retiro los ordenó por edades para evitar peleas cuando todos pretendían pulsar el botón de apertura de puertas en cada estación)
...pero gracias a la poca siriedad de los empleados de la embajada y de los del banco donde tuve que pagar las tasas no salí de allí hasta una hora más tarde...
- Hola, quería tramitar un visado, dijo una señora en un español titubeante
- ¿Nacionalidad?
- Estadounidense
- No es aquí
- ¿Cómo? ¿pero entonces dónde...?
- NO es aquí
Y punto. Y yo a la Facultad, a comer y a seguir trabajando.
2 comentarios:
Pues no sé qué tienes contra los barbudos cabreados.
Yo de pequeño también habría jugado con la botella de agua...
Publicar un comentario