31/8/14

Las cosas del pantano

 Del pantano... de San Juan, en el extremo oeste de la Comunidad. Ayer fuimos Vero y yo a pasar el día allí, a orillas del Alberche. Por la mañana recorrimos la ruta del Yelmo, cuyo nombre le viene dado por el gigantesco domo granítico que se puede ver al recorrerla (y en la foto, claro); una senda por la que sólo habíamos ido una vez hace más de seis años, con grandes resultados naturalísticos que no esperábamos emular dado lo complicadas que se ponen las cosas en agosto. Con todo y con eso, sí que estaba el ambiente un pelín demasiado seco y parado...

 Este embalse es el único en Madrid donde se autoriza un uso recreativo de sus aguas. La población de Pelayos de la Presa, asomada a sus aguas y que se intuye al fondo, cuenta así con recursos más típicos de zonas de costa, como marinas y cosas así. Y toda una red de pistas y sederos permite acceder a buena parte de sus orillas, donde el agua al descender en verano hace accesibles numerosas playas...

 ... playas de las que disfrutamos después de comer. ¿El último baño de 2014? Ojalá que no, pero por si acaso traté de exprimir la tarde como si lo fuera.

 Por la mañana, buena parte de la actividad se concentraba allá donde los remansos y arroyuelos que mueren en el embalse creaban unas cuantas pozas abrigadas por los sauces: allí bajaban a beber todo tipo de aves, tanto residentes como migradoras; y donde las lagartijas recién nacidas engordaban por docenas antes del otoño cebándose en los insectos atraídos por el agua.. Ya por encima del dosel forestal, sólo las rapaces se hacían notar: mucho buitre, un par de imperiales muy cantarinas, una culebrera y mucha calzada, una de las cuales disfrutó de las "caricias" propinadas por una pareja de alcotanes, que salidos de la nada se echaron vociferando sobre ella, supongo que cuando inadvertidamente pasó sobre su nido.

De todas maneras, esta zona destaca en Madrid por su comunidad vegetal, al ser la única donde la combinación de calor y humedad permite que aparezcan plantas mucho más frecuentes cuanto más al SO peninsular. Los propios bosques de pino piñonero que cubren la zona, por ejemplo, y los madroños, la jara cervuna, el alcornoque, el acebuche o la cebolla albarrana Urginea maritima, como la de la foto; de las pocas cosas que tenía alguna flor a estas alturas.

Y para despedir la entrada con garbo, una foto de la conductora y cómplice de la jornada.

28/8/14

Dos descubrimientos de estos días

... dos de esas cosas que uno aprende, tras las que puede irse a la cama tranquilo:
  • El regalo de cumpleaños de Tania, un libro, ha sido el primero con el que entro en contacto de la larguísima serie de títulos de Terry Pratchett. Lo primero para lo que me ha servido es para darme cuenta de que... Terry Pratchett es el nombre del autor. Siempre había creído que era el nombre del protagonista, tipo Harry Potter, y que todos formaban una especie de saga escrita, y no sé muy bien por qué pensaba eso, allá por el S. XIX o así...
  • Tras ver la cara de extrañeza de Álex al oírme pronunciar "xenofobia", estuve indagando un poco: resulta que, como nos habían enseñado en clase de Lengua Española cuando dimos fonética, la equis se pronuncia dentro de palabra como 'ks', eksamen, hasta ahí todo bien. Pero, y ahí viene lo malo, al contrario de lo que nos habían explicado en clase de Lengua Española y de lo que yo daba por hecho, por haberlo pronunciado siempre así, la equis al principio de palabra resulta que ¡se pronuncia 's', y no 'sh'! ¡Es silófono y no shilófono! Supongo que será por influencia del gallego, pero me parece fatal que me hayan tenido engañado todos estos años...

27/8/14

"Hacer la PCR"

Hace hoy una semana que empecé a correr, y de momento ahí vamos tirando: descubriendo una gama de dolores hasta la fecha desconocidos para el ser humano, pero con todo y con eso echando minutos, tres días sí y uno de descanso... Tras estrenarme como os dije camino de la Facultad, cambié al día siguiente al sitio al que he ido las veces posteriores: a la pista del Canal que os comentaba. Correr sobre goma es bastante más agradable, y además con la de gente curiosa que hay (dará para más entradas sin duda) realmente uno no se aburre de dar (pocas) vueltas. Cada 100 m hay un hito marcando la distancia, hasta sumar los 1.200 que tiene la vuelta entera; y los que planificaron el complejo, no sé si a propósito o por casualidad, tuvieron el acierto de no poner el hito "0" en ninguna de las puertas del recinto, de modo que cuando uno empieza a correr siempre el primer hito que ve marca una distancia mayor de 100 m, y eso, creáis que no, anima. Y además he encontrado la motivación para ir superándome a lo largo del tiempo (ya no concreto si semanas o meses): 1.200 m, el famoso número 12 que tan de cabeza me trae a veces. Pues bien, si alguna vez consigo dar 8 vueltas, ya tendré el 12x8=96 pocillos de 100 metros. Algún día conseguiré, del tirón, hacer la PCR...

25/8/14

Panorámicas de La Mancha húmeda

 El pasado sábado Javi y yo nos acercamos a dar una vuelta por las lagunas habituales de La Mancha húmeda, a ver cómo de movido estaba el paso postnupcial de limícolas sobre todo. Nada más llegar al Longar, en Lillo, vimos que de "húmeda" La Mancha iba a tener más bien poco... a pesar de eso unas cuantas gangas ibéricas Pterocles alchata reposaban en el vaso seco junto a un montón de palomas. Para empezar el día no estaba mal.

 En la Larga de Villacañas, más de lo mismo: una llanura de barro salino resquebrajado por el sol por el que los chorlitejos patinegros Charadrius alexandrinus corrían como pequeños juguetes cazando moscas. En la poca agua que quedaba en el centro, que se mantiene (como en tantas otras lagunas de la zona) gracias a los aportes de la depuradora de la localidad, se amontonaba por otra parte una cantidad ingente de flamencos, incluyendo uno enano Phoenicopterus minor: apenas una motita de polvo rosa fuerte entre centenares de motitas rosa pálido; suerte que era mi segundo...

 Contrastando con la aparente desolación de las anteriores lagunas ("aparente" porque no es real, secarse en verano forma parte del ciclo natural de estas lagunas endorreicas), La Veguilla, en Alcázar, se antojaba un vergel lleno de agua, verdor y aves. No tantas ni tan variadas como en invierno, claro, pero con todo y con eso disfrutamos mucho del rato echado allí. Lo que más me gustó fue sin duda identificar un macho en eclipse de cerceta carretona Anas querquedula, nuestro único pato migrante transahariano, que además resulta siempre escaso, y mucho más fácil de ver en primavera.

 Tras trasegar una hamburguesa bastante rica (pero ¡madre mía lo que nos hicieron esperar, y eso que había cuatro gatos!) en Alcázar, fuimos luego a la del Camino de Villafranca, donde nos llevamos la gratísima sorpresa de que, había poca agua, sí...

 ... pero buena cantidad de limícolas de todo tipo. Hay que ir probando de laguna en laguna cuando uno va a limis, pero al final siempre acaba saliendo una lista maja.

© Javier Gómez Aoiz
 16 especies distintas (como este joven de correlimos común Calidris alpina) acabamos sacando a lo tonto de estas aves que uno siempre tiende a asociar con humedales costeros...

© Javier Gómez Aoiz
 ... Justo es reconocer que parte de razón hay en eso, ya que los números grandes de estos bichos aparecen siempre con los pies a remojo en la costa. Aunque otras especies no le hacen ascos a la vida de interior, como la canastera común Glareola pratincola, una limícola medianeja con las hechuras corporales de una golondrina y que se alimenta, como estas aves, cazando insectos al vuelo.

 Otras que también frecuentan menos la costa que las cuencas fluviales son,claro, los tres andarríos (grande, bastardo y chico), que en el exiguo charquito que quedaba en la laguna del Pueblo, en Pedro Muñoz, pudimos ver hombro con hombro. Un fotógrafo con el que nos cruzamos en Alcázar nos dijo que ni nos pasásemos por allí, que apenas quedaba un hilillo de agua lleno de palomas y estorninos. Y eso encontramos, sí, pero rebuscando un poquillo más, pues fueron apareciendo esas otras cosillas.

© Javier Gómez Aoiz
 Este zorrete, que andaba a otras cosas, entraba y salía de los carrizos, espantando a todas las aves "de ciudad", con lo que durante unos segundos las limícolas se veían especialmente bien, antes de quedar camufladas de nuevo en la masa.

Y terminamos el día en Manjavacas como empezamos, contemplando una lámina yerma de polvo blanquecino. Pese a todo, y como rezaba el cartel frente al observatorio, todas estas lagunas son siempre una parada obligada...

24/8/14

Y'all...

Verano de series... Estoy disfrutando mucho poniéndome al día con las dos temporadas de Nashville: muchas canciones con acento sureño fáciles de entender. Y de las que además puedo tirar también durante los ratos de plancha...

23/8/14

Bodas

A mi edad, a uno empiezan a casársele los amigos; o incluso llevan ya unos pocos años haciéndolo: entre mis amigos, raro es el que no tiene 1-2 bodas al año de media. Y entre esos raros estoy yo, claro, ya que precisamente el grueso de mis amigos, "becarios" o no, no parecen mostrar un especial interés por el tema... incluso los hay que se casan y no dicen nada (ejem).

Por eso me ha dado una alegría enorme recibir en el correo la invitación a la boda de Jean... con Cristo, justo a los siete años de entrar en el seminario. Me encantaría estar en París el próximo 20, pero me temo que estaré ya camino de Doñana. Pero me acordaré mucho de él, y os pido a los que recéis que hagáis lo mismo. Que ya sabéis que esas oraciones son como un boomerang: que uno siempre las recibe de vuelta...

22/8/14

Pasando del paso

 Ayer por la mañana, aprovechando para aunar reencuentro postvacacional y sesión de pajareo, nos acercamos Bea y yo al Juan Carlos I, a ver cómo de movido estaba el paso postnupcial. Tenía yo muy buenos recuerdos del parque en esta época y me apetecía repetir experiencia.

 Sin embargo el paso resultó estar de lo más parado: demasiado pronto, demasiado tarde, vientos de un lado o de otro, una climatología inadecuada en época de cría... y todas esas cosas que hacen que el campo unas veces bulla y otras esté vacío de bichos. Golondrinas y aviones, sí, y algún papamoscas cerrojillo que otro; pero ni rastro de las hordas de currucas de todo tipo, mosquiteros y demás migrantes que le había prometido a la chica...

Macho de (creo) Graptemys pseudogeographica
 Así que los bichos más agradecidos de la mañana resultaron ser los galápagos, antiguas mascotas abandonadas por dueños negligentes que tachonaban aquí y allá la superficie verdosa y lisa de los múltiples estanques del parque.

 Nos entretuvimos distinguiendo especies y sexos de tortugas, y echándonos unas risas con los paneles explicativos de las distintas esculturas del Parque. Ésta de arriba, a medio camino entre skatepark y Teletubielandia, resultó ser...

 ... el Pasaje azul, por supuesto.

 El título de esta otra obra era bastante intuitivo...

 No así su explicación, claro. Como Bea tenía que entrar a trabajar pronto no pudimos echar mucho tiempo en el parque, pero algún día que haga menos calor y me aburra prometo prepararos una entrada con todas las esculturas y sus carteles respectivos.

Y termino con una paloma. ¡Qué maja ella, en éstas siempre puede uno confiar...!

21/8/14

Crónica de la primera vez

Si tuviese tierras o alguna otra posesión apetecible, no me cabría duda de que la intención del regalo era la de conseguir una herencia rápida; pero como nada de eso tengo, pues su verdadero objeto se me escapa... El caso es que estos días pasados me cayó un regalo de cumpleaños adelantado: unas zapatillas de correr. "De correr" digo porque, según me aclaró mi hermana Alda, no eran puramente decorativas. Pude evitar estrenarlas en la aldea por carecer del resto del equipamiento, pero una vez de vuelta en Madrid, y tras adquirir el resto del material necesario y tragarme unos cuantos vídeos preparatorios en YouTube (que digo yo que deberían convalidar, a minuto por vídeo o algo así), no me quedaban más excusas. Para más inri, todo eso lo hice en apenas dos días, con lo que me vi obligado a adelantar a ayer el gran estreno...
Me llevó su tiempo decidir dónde ir, claro. Perderme por el Parque del Oeste fue la primera opción, pero como no fui capaz de trazar un recorrido definido en mi mente lo descarté, temeroso de irme liando y al final acabar extenuado no se sabe dónde. Otra opción evidente era subir a dar vueltas (je, o "vuelta") a la pista que rodea las instalaciones de GolfCanal, a un paso de casa. Pero aquello está lleno de corredores y otros deportistas excesivamente pro, y sinceramente me da vergüenza dejarme caer por allí hasta estar lo suficientemente preparado como para no dejarme caer literalmente. Y además, eso de dar vueltas me parecía un tanto aburrido y potencialmente acortable antes de tiempo, de modo que decidí fijarme un objetivo a una distancia razonable, para que al menos, una vez alcanzado, no me quedasen más narices que tener que volver. Pensé primero que un recorrido adecuado sería hacer entero el eje Cea Bermúdez-José Abascal, ida y vuelta, que suma 4,5 Km, pero la idea de ir todo el tiempo por ciudad, dependiendo de los semáforos y demás me echó para atrás (aunque no lo descarto, para otros días -¡ja!- por la mañana temprano -re¡ja!-). De modo que terminé por tirar del camino conocido e ir hasta la Facultad, 5 Km ida y vuelta. Además siempre cabía la posibilidad de cruzarse con conocidos delante de los que sacar pecho y quedar como un señor atleta...
Llegó el momento de estrenar el conjunto recién salido del Decathlon, el reloj CASIO "de Primera Comunión" comprado en un chino para controlar el tiempo y las dichosas zapatillas; estiré un poco (¡vídeos, vídeos!) y... primera duda, ¿qué narices hago con las llaves? ¡Que eso en los vídeos no lo especificaban! Como no las iba a llevar en el bolsillo del pantalón, rebotando de un lado a otro, terminé por llevarlas en la mano, pero nada convencido del asunto. Al bajar en el ascensor y verme en el espejo ¡oye! Pues no estaba tan mal, la verdad es que la ropa deportiva me favorecía mucho... de hecho coqueteé con la idea de salir a dar una vuelta con ella sin más, que al fin y al cabo no se me veía en tan mala forma y no veía la necesidad de sufrir; pero ea, al llegar a la calle se me quitó la tontería y empecé a darle a las piernas...
La bajada hasta Moncloa, y de allí a la Avenida Complutense, transcurrió sin problemas: ritmo relajado, respiración acompasada nariz-boca... Al ir ya en llano por la Avenida seguía la cosa bien, pero a la altura de la Facultad empecé a perder el compás respiratorio y ya terminó desbandándose aquello de cualquier manera, hasta que llegué de vuelta a casa sin recordar si alguna vez había tenido nariz. Pero esto es adelantarse, vaya: decía que por la Avenida todo bien, y al llegar a la Facultad comprobé que se tardaba menos corriendo que andando, cosa que me vendrá bien recordar si alguna vez tengo que ir con prisas. No me crucé con nadie conocido (evidentemente, no sé qué narices esperaba...), y los pocos corredores que hacían uso del mismo espacio venían todos en sentido contrario, por lo que no pude echarle a ninguno un pique mental motivador... Supongo que por eso, por la falta de motivación, al empezar a rodear el Botánico para dar vuelta, se me escapó casi inconscientemente el primer "su **** *****"; el primero de varios, cada vez con un intervalo menor...
Llegué empero vivo todavía al otro extremo de la Avenida, pero la subida del Museo de América supuso un varapalo importante, y aunque llegué hasta arriba por puro orgullo, que de eso no me falta, al pisar en llano me vine abajo e imperceptiblemente pasé del trote al paso, notando la curiosa sensación de que las rodillas se me iban para atrás en vez de para delante. Caminé un poco, pero al cruzarme con algunas personas (personAs, vaya) me dije que ya no me quedaba nada y eché a correr otra vez. Y corriendo sin saber de dónde salían las fuerzas (rezo porque "de la grasa abdominal" sea la respuesta correcta) acometí la subida de Moncloa a mi casa...

(en estos ocho años que llevo en Madrid y en mi barrio, siempre he hablado de "subir-bajar" en dirección norte-sur, Cea Bermúdez - Alberto Aguilera; mientras que todo el mundo, para gran consternación mía, habla de "subir-bajar" en Moncloa en sentido este-oeste... Ahora,ahora por qué de Moncloa a mi casa se sube...)

Como desde chico descubrí que las tareas ingratas me resultaban más llevaderas si las dividía en fracciones ("he estudiado 1/6, 2/3 de tal asignatura", y cosas así) dividí la subida en 5/5 en función de las calles que tenía que atravesar. Llegué a Hilarión Eslava reventado otra vez, y a Gaztambide totalmente anihilado. En Andrés Mellado no me quedó más remedio que parar porque una madre y dos hijas de generosas proporciones (eran tres palillos, siendo justos) ocupaban toda la acera, por lo que fui andando unos metros detrás de ellas. Me sucedió lo mismo más adelante, por culpa de otro chico flaco sorprendentemente gordo, pero inesperadamente terminé por llegar a la esquina de mi calle. Y ahí sí, haciendo de tripas corazón, intenté llegar al portal con un mínimo de compostura... para que me viera (y lo comentase, espero) la portera. Estaba fuera, frente a la entrada, y tras desearle "buenas tardes" intentando no vomitarle en los pies me metí en el ascensor, y a partir de ahí no recuerdo gran cosa, pues un velo de sudor me embotaba a la vez ojos y cerebro. Creo recordar que al llegar arriba vi la esterilla que había dejado extendida en el suelo de la habitación (en previsión del cansancio) para hacer al llegar algo de ejercicio extra, pero dudo de que llegase a usarla... hoy, tal vez, que me he quedado con ganas de más.

20/8/14

Sábado en Chaves

 Este fin de semana de puente nos juntamos todos en la aldea, y por hacer algo distinto mi hermano quiso el sábado que nos acercáramos a comer a Chaves, al otro lado de la frontera portuguesa y a una hora escasa. Y para allá que nos fuimos.

 Chaves acumula historia y monumentos (como el puente "romano" de la foto") desde hace milenios, pero también transmite ese aire... portugués que los que vivimos cerca de la frontera tanto repudiamos. Siglos de injustificados aires de superioridad , qué lástima...

 En lo alto de la villa, visible desde casi toda ella, se yergue el castillo, a primera vista muy similar al de Monterrei, a poca distancia cruzando la frontera.

 A primera vista... frontal, porque en vista lateral uno ve que del castillo sólo han dejado la torre del homenaje y un muro que haga bonito, dejándolo asimétrico por detrás.

Desde arriba, en cualquier caso, y si uno intenta obviar en la foto el máximo de edificios horribles metidos casi dentro del casco histórico, las vistas de la ciudad y del valle del Támega son muy agradables. El Támega, que nace en Galicia y que constituye con los regatos que en él mueren la única parte de cuenca del Duero que nos toca en la Comunidad. Pues nada, otra ciudad que me tacho...

19/8/14

Pas de deux

Bueno, ya estoy de vuelta en Madrid; perdón por haber dejado de actualizar estos días, pero estaba usando el móvil de módem wifi y el uso de datos dijo que "hasta aquí". Bajando ayer en el tren, me doy cuenta de que cada vez Castilla me fascina más, aunque es una fascinación externa, por así decir: me gusta ver la Meseta a través de la ventanilla del tren, como quien ve un programa en la televisión ("Castilla en 16:9", me decía Ángel ayer cuando se lo comenté), pero no creo que la disfrutase igual a pie de terreno... Sea como fuere, en esta serie documental Castilla desde el Tren, de duración indefinida y regularidad irregular, reponían ayer uno de mis capítulos favoritos: el ballet de cernícalos primillas y milanos negros. Castilla no es sólo verde: choperas y regadíos. Entre el Esla y el Duero, sobre barbechos y rastrojos que, aunque recientes, parecen siempre milenarios a la luz del atardecer, como vetustísimos parecen siempre los rebaños de ovejas de lana sucia y diente perseverante; flotan como cada agosto decenas, centenares de cernícalos y milanos, maestros cada uno de su propio estilo de vuelo. Suben y bajan sin esfuerzo, requiebran, rozan apenas el suelo y ascienden otra vez, mientras limpian Zamora de langostas y topillos, engordando antes de viajar, antes de cruzar el desierto para hacer lo mismo en el Sahel, entre herbazales milenarios y vacas y cabras neolíticas. Unos junto a otros, sin estorbarse, con la ocasional aparición de aguiluchos o busardos, como personajes de reparto de la obra de la que son protagonistas indiscutibles desde que Castilla es Castilla. Y el año que viene, más de lo mismo... "se chegamos alá", como decía siempre mi abuelo.

16/8/14

Miscelánea floral

 Estamos en agosto. Toda la Península está ocupada por el anticiclón de las Azores... ¿Toda? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles gal-legos resiste ahora y siempre a la luz del sol... Mi aldea, claro.

Jeje, en fin: es quejarse por quejarse, ya que al final ayer la niebla terminó levantando y sí hizo buen día. Y mientras dura la niebla, pese al frío criminal, uno puede seguir disfrutando de las flores abiertas de los dondiegos, amantes de las condiciones crepusculares. Los dondiegos se abren de noche y huelen ligeramente para atraer esfinges: sus piezas reproductoras, que protruyen mucho de la flor, están a la distancia justa para contactar con los cuerpos de estas mariposas mientras liban sin posarse. Lo que yo no sabía es que, además, de noche y bajo luz ultravioleta (que los insectos ven perfectamente), el polen amarillo brillante de estas flores es ¡fluorescente!, ayudando a que se las vea perfectamente.
Esto del polen, y muchas otras cosas, lo he aprendido en la serie documental que me he traído a la aldea este verano: The Kingdom of Plants; tres capítulos rodados en el Real Jardín Botánico de Kent donde Sir David (cómo no) va desgranando multitud de curiosidades del reino vegetal.


Los dondiegos salen de hecho muy brevemente, entre los segundos 6 y 9, jeje. Si además habéis leído en el número de junio de EMNMM la entretenida entrevista al jardinero Carlos Magdalena, recordaréis que comentaba haber hablado de sus peripecias vegetales con Sir David para un documental; pues bien, éste es dicho documental. Aunque me tempo que no he encontrado en YouTube los dos cortes correspondientes... tendréis que buscarlo por ahí.

14/8/14

Six feet over

Una hembra de Pholcus phalangioides
 En días de lluvia en que no apetece salir, vagabundeando por la casa de la aldea uno acaba indefectiblemente por encontrarse con una de las arañas sinantrópicas más frecuentes: la araña de patas largas. Enganchadas a sus telarañas sin cuerpo, colgando a escasos centímetros del techo o de las esquinas de  paredes y puertas; siempre que uno no se obsesione por limpiar hasta el más mínimo resquicio estas simpáticas arañitas aparecerán para hacerle compañía.

Un machito, más pequeño y esbelto
 Ahora las miro con simpatía, sí, pero de pequeño tendía a despreciarlas, pues en comparación con las gigantescas arañas de tela de embudo Tegenaria spp. que me tenían embelesado éstas se quedaban en nada y menos. Además, sus telas, que como digo son mallas tridimensionales carentes de orden y de sustancias viscosas, no ofrecían una superficie amplia y cómoda donde tirar moscas para ver cómo se las comían.

Otra hembra, cuidando de su saco ovígero
Y sin embargo, pese a su vulgar aspecto, las arañas de patas largas son seres fascinantes. Aprendí pronto, cuando pretendía cogerlas para echárselas a las gallinas (¡ay...!), que al primer toque en la red, para evitar ser apresadas estas arañas giraban sobre sí mismas a toda velocidad; y al segundo toque se dejaban caer al suelo, emprendiendo entonces una rápida carrera. Me di cuenta también de que sus redes no eran estructuras inútiles, sino que pese a su falta de pegamento resultaban tan enmarañadas que moscas y polillas se enredaban igualmente en ellas. Empecé a respetarlas el día en que las vi llevarse de la tela de una Tegenaria una mosca recién enredada a toda velocidad, antes de que su legítima propietaria tuviese tiempo de salir a por ella desde el túnel de seda que se construyen en un extremo de la misma. Las he visto luego llevar sus huevos de un lado a otro como la de la foto; los huevos primero y después a las pequeñas arañitas recién eclosionadas... vamos, que como veis me han proporcionado largos ratos de entretenimiento aldeano. Agradecido les quedo.

13/8/14

Pluriempleo veraniego


Para pasar el rato en verano y no aburrirse en la aldea, siempre está bien buscarse un trabajillo extra... aunque por éste cobre lo mismo que por el que vengo haciendo todo el año en la Facultad.


Mi hermana Alda está estos días viviendo también con nosotros en Vilar de Barrio en vez de en Ourense, y como ya hiciera alguna mañana hace bastantes años, me acerqué con ella a medir algunos viñedos a Oímbra, en el extremo sur de la provincia. Las estaciones topográficas desprenden siempre un halo de importancia y seriedad: como si su lente fuese un ojo escrutador de los más oscuros pensamientos; una especie de brazo de la Autoridad.

 Esta zona es sin duda la más mediterránea de toda Galicia, y esperaba poder alternar las medidas con algo de pajareo curioso: me gustaría sumar a la lista de la Comunidad especies como el alcaudón común o la collalba rubia, que uno sólo puede encontrar por estos lares; pero poco tiempo que perder tuvimos entre unas fincas y otras, y además el día se estropeó a marchas forzadas. Estaba claro que el engañoso sol del lunes no podía durar...

 Alguna construcción megalítica nos dio tiempo a ver en cualquier caso, no muy distinta en su esencia de los dólmenes de Guara...

 Y un autorretrato. Una cosa curiosa del prisma de la estación es que "el objeto con el que es mirado" aparece siempre en el centro del mismo: el objetivo del móvil en este caso, el de la cámara en la primera foto de esta entrada, o el ojo izquierdo o derecho cuando se lo mira directamente. Está todo evidentemente pensado para que sea así y justificadísimo por su funcionamiento, pero... bueno, es gracioso verlo en directo.

PD. Y no, no me he dado cuenta de eso yo solito. Me lo sopló Álex, que también ha currado varias veces como peón de topógrafo.

12/8/14

Al noroeste del noroeste

 Al noroeste del noroeste, ayer hacía sol; desde luego el cambio de condiciones entre el domingo y el lunes fue más que notable. Y pese a que siempre parece haber un andamio asomando por aquí o acullá, acercarse a la Alameda a ver la Catedral, siquiera de lejos, compensa.

 Compensa tanto que de hecho, por acercarme, estuve a punto de no poder llegar a mi destino final para el día: Coruña. Mi viaje en tren incluía a la ida un transbordo de 40 minutos en Santiago, y ése es el tiempo que aproveché para darme un paseo hasta Porta Faxeira. Arriesgado, sí, pero es que tantos años de aspirar el radón que desprende el granito compostelano le deja a uno con mucho mono de radioactividad... será eso, o será otra cosa.

En Coruña el sol no faltaba tampoco, como veis. El motivo del viaje fue juntarme con Joaquín (Que hoy está de cumpleaños además, ¡felicidades si me lees!) y con Sofi y Samu, que por motivos familiares y vacacionales acertaron a estar por allí. Y aunque eché pocas horas en total allí, dio tiempo para hacer casi de todo...

¡Para abusar incluso de las atracciones de los parques infantiles! La verdad es que estas pequeñas vacaciones dentro de las vacaciones le dan a uno la vida...

¡Qué mala es la cámara frontal de mi móvil, madre mía!

11/8/14

229 palabras / Una imagen

Las 229 palabras de la entrada en que me quejaba del desorden imperante en la huerta, resumidas en una panorámica tomada desde la ventana de la cuadra (que vendría a ser un entresuelo). La verdad es que estas fotos panorámicas, que quedan tan aparentes cuando se ven en la pantalla o enmarcadas, no son la mejor opción para el blog, puesto que no se pueden ver a tamaño real, pero... Bueno, ya lo veis, en cualquier caso: alentadas por la temperaturas suaves, las muchas horas de luz (que no de sol) y la lluvia del verano gallego, aquí cada una de las plantas, a las que la falta de poda ha transformado en unas salvajes, se empeña en una batalla encarnizada (no es una hipérbole: que la pelea sea a velocidad lenta no está reñida con que sea a muerte) con las demás por acaparar todos esos recursos. Por presentároslos un poco, de izquierda a derecha aparece primero un nectarino, nacido en su día de un hueso dejado caer por la ventana. En el hueco por el que se ven más casas en realidad asoman las ramas de un cerezo que apenas resiste ya, y dos camelios que por retacos casi ni asoman. Aparece luego una mêlée de ciruelo y membrillero, varios manzanos y por fin en el otro hueco asoma otro cerezo en segundo plano. Y entremedias, cruzando de un lado a otro y subiendo por donde pueden, varias vides y kiwis... ya veis pues que ni en el Amazonas crecen tantas especies por metro cuadrado. Que se confíen, que cuando herede pienso cambiar todo por un emparrado de glicinas...

10/8/14

Rusia salvaje

Voy a hablaros hoy de una cosa que me cuesta creer que no haya mencionado antes en el blog, aunque he estado buscando y no he visto nada… quizás es sólo que de tanto discutirlo con algunos de vosotros creo que es algo de lo que ya he hablado con todo el mundo: mi “síndrome de inseguridad biogeográfica”. Toma ya. Este fenómeno tiene una explicación bien sencilla: cuando salgo al campo, gran parte del placer experimentado al contactar con la naturaleza proviene de que sé poner nombre a buena parte de las cosas que me rodean (pájaros, árboles, herpetos, las flores o los invertebrados más conspicuos…); y sé más o menos qué se come a qué, dónde cría cada cosa, cuándo se espera que algo esté presente y cuándo no…: en definitiva, cosas que hacen que me sienta a gusto, como en casa. Y, dentro de esta zona de seguridad, las pequeñas “perturbaciones” (mis queridas rarezas ornitológicas, ver fuera de temporada alguna especie, descubrir alguna otra en un lugar donde no creía que la hubiera…) le añaden mucho interés al asunto. También los cambios graduales: Escandinavia, por ejemplo, o las Canarias, por decir sitios donde he estado; sitios donde con respecto al estándar ibérico la situación cambia lo suficiente como para hacer de la experiencia un descubrimiento constante y placentero, pero no tanto como para tener que decir “tú, no tengo ni la más remota idea de qué es lo que me rodea…”. Por eso, y aquí viene la parte de conflicto, el pensamiento de un cambio radical me trastoca más que me gusta: digo con pleno convencimiento que, si me ofreciesen… diez días de bicherío a gastos pagados, escogería antes Grecia o Marruecos que cualquier destino selvático. Y es que me gusta por ejemplo muchísimo más descubrir algo que es “casi como lo de aquí, pero no” (como por ejemplo un petirrojo de Okinawa, que pese a la coloración distinta tanto recuerda en maneras al europeo) que cualquier bicho excéntrico de una familia exclusiva de Sudamérica…

Esto no quita (y voy ya al tema de la entrada; menudo rodeo global he dado) para que disfrute viendo documentales de cualquier parte del mundo… que en cierto modo además me van preparando para cuando toque pelearse con esos ecosistemas a brazo partido; pero la verdad es que me gustan especialmente los referentes a zonas con las que de entrada estoy más familiarizado. Estos días de agosto de ocio vespertino llegué a tiempo de pillar en La 2 una serie de la que sabía hace años, pero que nunca había conseguido encontrar: Rusia salvaje. Lamentablemente, de los seis programas de la serie sólo conseguí ver dos… hasta que, tras comentárselo, Álex me enseñó DocumaníaTV: una especie de YouTube de documentales donde estaba la serie entera, y muchas otras más... No, no me deis las gracias a mí por salvaros las tardes de verano, dádselas a él.

8/8/14

¡Al ladrón! (de estrellas)

Esa es la impresión que me llevé al despertar esta mañana de una breve (breve de verdad) cabezada en el tren: que alguien se había llevado el sol... en fin. No cuento con ver en toda la semana que me espera en Vilar de Barrio alcanzar los 25º C con los que me despedí de Madrid hoy a las 6:30, pero habrá que poner al mal tiempo buena cara. O se intentará, jeje.
Como se suele decir, estas lluvias veraniegas son el necesario peaje a pagar para disfrutar de esos montes tan verdes que consiguen que a los jubilados madrileños que suben a visitar la región les hagan los ojos chiribitas... lo que, invirtiendo términos, debería hacernos pensar que la reseca Castilla debería vestirse de ocre. Y sin embargo, al menos este verano, tengo la impresión de que la Meseta está más verde que nunca; a base de regadíos, claro: de maíz, alfalfa y girasol. No sé si es que este año han sembrado más parcelas cerca de las vías, o si directamente (como parece ser) es que cada vez hay más regadíos, más parcelas intensivas... y menos agua. Y no hace falta ser muy espabilado para saber que, de donde no hay, no se puede sacar...

6/8/14

Lo confieso...

 Si no notáis mucha diferencia entre esta imagen de arriba y la que os puse en febrero es por el cambio de perspectiva, porque el detalle en que quiero que os fijéis está en la base de la silla del microscopio: el reposapiés metálico, que se lo acabamos de poner. Parece una tontería, pero mejora bastante la comodidad del que, como yo ahora después de un paréntesis de cuatro meses, se pasa horas y horas contando parásitos...
Ea, en eso invierto las horas de esta última semana en Madrid antes de subir a la aldea: como tengo el cerebro fundido ya por el verano, pues al menos acumulo datos útiles de forma mecánica. Y, para entretenerme, Spotify. Pero me temo que mis gustos musicales, de natural siempre voluble, llevados por el fervor estival se están decantando últimamente por el lado oscuro...

Bueno, pues sí, lo confieso, ¿y qué pasa? Peores son los terroristas... Además, que eritrocito va, princesa viene, Plasmodium por aquí y bocinazos por allá, se me va pasando tan ricamente la mañana y disminuye el montón de frotis que mirar. Así que nada, os dejo con un clásico del género, que por serlo supongo que no tendré que pedir disculpas:

5/8/14

¿Cómo conseguir un periquito blanco?

Una discusión bastante interesante sobre el origen del color de las plumas que está teniendo lugar estos días en el foro gallego me ha animado a plasmar gráficamente una cosa que creo que ya comenté en el blog con anterioridad, pero parece que con imágenes entran mejor las cosas... Las plumas pueden aparecer coloreadas de dos maneras bien distintas:
- Por una parte, pueden poseer pigmentos "reales": es decir, que entre la queratina, que es su componente básico, se hayan depositado moléculas de algún pigmento determinado. Éstos suelen ser esencialmente de dos familias: o pigmentos basados en la melanina, que producen todos los tonos de gris hasta llegar al negro, y también muchos marrones; o pigmentos basados en carotenos, que producen colores amarillos y rojos.
- Por otra parte, la coloración de las plumas puede ser estructural: no provenir de pigmentos, sino de la disposición de las propias moléculas de queratina. Lo más común es que ésta se disponga atrapando burbujas de aire que, al igual que las pompas de jabón, rompen los haces de luz provocando irisaciones. Los colores azulados de las aves se producen así; y también los brillos metalizados, como el de las urracas: pero si uno coge una pluma de urraca y la pulveriza, lo que queda es simplemente polvillo negro, pues no hay ahí mas colores.
- Y por fin otros colores, como el verde o el morado, tienen un origen mixto. El verde en concreto saldría de una mezcla de pigmentos amarillos e irisaciones azules, y si por una mutación se pierde la capacidad de acumular pigmentos en las plumas, o la de formar burbujas en la queratina, pues pasa lo que pasa:

Jeje; está gracioso, ¿verdad? En el periquito azul se nota la pérdida del amarillo además porque se le queda la cabeza blanca; y en el amarillo lo que se han quedado blancas son las dos marquitas azules de las mejillas. El amarillo (y el blanco, vaya) tiene otra mutación extra que lo ha dejado sin melanina, y por eso no mantiene tampoco el color negro de cabeza y alas de la forma salvaje.
Hay excepciones a estas reglas que os cuento: pigmentos-pigmentos de color verde o azul que tienen algunas especies, y cosas así; pero en cualquier caso ya os he dado tema de conversación para cualquier interminable sobremesa de verano, para cuando alguien se quede pensativo preguntándose cómo conseguir un periquito blanco...

4/8/14

Una lección de historia en las conservas

 ¡¡Originales y auténticos!!

Aunque... esto... ah, ya, claro: debe de referirse a que, al fin y al cabo, de América llegaron a Europa los pimientos. La caja, en sentido estricto, no miente...