El objetivo estaba claro: Transformar el fin de semana en un festival de los pájaros y el aire libre. Así que esta mañana volvimos a vernos Vero y yo para dar una vuelta por la ribera del Manzanares aneja al Monte de El Pardo, para que pudiesen ambos tachar la oropéndola Oriolus oriolus, un pájaro bonito donde los haya. No parecía nada complicado; los sotos de Madrid suelen estar a rebosar de estas pintorescas aves y se las oye (que no se las ve) por doquier. Sin embargo, a medida que pasaba la mañana se nos iban acabando los kilómetros de recorrido y el bicho en cuestión no aparecía... Hasta que al final lo hizo; pero para eso casi mejor que no: Un espléndido macho apareció de la nada, se posó en una rama cerca de nosotros y desapareció; tan rápido fue todo que yo apenas pude enfocarla, y la pobre niña no pudo ver más que una mancha negra y amarilla que desaparecía en la espesura para no volver... Y eso cabrea; y mucho además, porque también han sido varias las especies que he tachado yo sin más que fracciones de segundo para verlas, y sé la rabia que le entra a uno. Para más inri, se nubló y se puso a llover, así que atajamos campo a través hasta la carretera y de cabeza al bus, de vuelta a casa.
8/6/08
Verofinde (y II)
Aunque no hay mal que por bien no venga; debido a la lluvia llamaron a Vero avisándole de que no se iba a celebrar un cumpleaños en el que tenía que trabajar de animadora, por lo que ha podido quedarse esta tarde descansando en casa. Y por las oropéndolas no hay pena; si total, Madrid está llena de ellas...
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