Con la primavera ya a punto de dejarnos, son legión los pollos de toda especie que, recién salidos del nido, persiguen a sus padres ciudad adelante. Se les reconoce fácilmente porque suelen ser aún muy colicortos, por las “boqueras” amarillas hinchadas en las comisuras del pico, y por la lata que dan, reclamando que se les siga alimentando cuando muchas veces son ya capaces de buscarse la vida solitos...
Y, al igual que los pollos comen, hay quien se los come a ellos. En esto los de torcaz se llevan la palma; merecidamente, debo añadir, ya que el concepto de “nido inexpugnable” que tienen estas palomas (cuatro palos mal puestos, a través de los cuales incluso se ven muchas veces los huevos desde abajo) invita a hacerse con su contenido: los milanos negros evolucionan elegantemente entre las ramas de los cedros del Parque del Oeste, llevándose entre las garras orondas pelotas fofas de plumón amarillento; y las urracas entran a sangre y fuego por todas partes, rematando a pie de árbol al desdichado.
Y, al igual que los pollos comen, hay quien se los come a ellos. En esto los de torcaz se llevan la palma; merecidamente, debo añadir, ya que el concepto de “nido inexpugnable” que tienen estas palomas (cuatro palos mal puestos, a través de los cuales incluso se ven muchas veces los huevos desde abajo) invita a hacerse con su contenido: los milanos negros evolucionan elegantemente entre las ramas de los cedros del Parque del Oeste, llevándose entre las garras orondas pelotas fofas de plumón amarillento; y las urracas entran a sangre y fuego por todas partes, rematando a pie de árbol al desdichado.
Y las hormigas, siempre ahí, aprovechando hasta el último pedazo...
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