... como se puede deducir de la foto. Pero ir, fuimos; y lo pasamos de maravilla. Me acompañó en esta excursión Humberto, brasileño de Río, nieto de napolitanos, y de estancia en el IMEDEA por un año desde este mes de septiembre.
Salimos de Palma a las 7:30, y tras dos autobuses y una pausa de una hora cogimos en Sant Elm el barco a Dragonera, con el mar como un plato y un sol radiante en el cielo. Llegados a la isla, decidimos subir a su punto más elevado, Na Pòpia, donde se ubica un faro abandonado. De camino, el cielo fue nublándose progresivamente, y ya de bajada comenzó a lloviznar a ratos. Decidimos sin embargo dar otro paseo antes de comer hasta el Faro de Tramuntana, en el extremo oriental de Dragonera. De vuelta hacia el centro de visitantes, unas espesas nubes se abalanzaron sobre nosotros y comenzó a llover copiosamente, por lo que volvimos a la carrera al faro para esperar bajo techo a que escampara, y aprovechamos mientras tanto para comer. Ya por la tarde, el día acabó de estropearse; llovía a ratos con bastante fuerza, y en la travesía de vuelta las olas hacían cabecear animosamente al Margarita. Otras dos horas de viaje, y a casa.
Salimos de Palma a las 7:30, y tras dos autobuses y una pausa de una hora cogimos en Sant Elm el barco a Dragonera, con el mar como un plato y un sol radiante en el cielo. Llegados a la isla, decidimos subir a su punto más elevado, Na Pòpia, donde se ubica un faro abandonado. De camino, el cielo fue nublándose progresivamente, y ya de bajada comenzó a lloviznar a ratos. Decidimos sin embargo dar otro paseo antes de comer hasta el Faro de Tramuntana, en el extremo oriental de Dragonera. De vuelta hacia el centro de visitantes, unas espesas nubes se abalanzaron sobre nosotros y comenzó a llover copiosamente, por lo que volvimos a la carrera al faro para esperar bajo techo a que escampara, y aprovechamos mientras tanto para comer. Ya por la tarde, el día acabó de estropearse; llovía a ratos con bastante fuerza, y en la travesía de vuelta las olas hacían cabecear animosamente al Margarita. Otras dos horas de viaje, y a casa.
Pero a pesar del mal tiempo, tuvimos ocasión de disfrutar de las dos especialidades de la isla: La primera, las lagartijas baleares Podarcis lilfordi giglioli; abundantísimas y preciosas, que no dudaban en acercarse a nosotros para ver si éramos comestibles. Y la segunda, los halcones de Eleonor Falco eleonorae. El cielo estaba plagado de ellos, y formaban una cortina que pocas aves migrantes, extenuadas tras luchar contra la tormenta en su travesía del Mediterráneo, lograban atravesar; para desgracia suya y me temo que deleite nuestro, que contemplábamos los vertiginosos picados de estas maravillosas rapaces.
Una lagartija balear, con la coloración propia de la forma de Dragonera
Ésta otra lame mi dedo, preámbulo del mordisco que vino después...
2 comentarios:
También muy bonito lo de Falco Eleonorae, aunque quizá se pueda traducir mejor con 'halcón de Leonor'.
No lo he traducido yo; es el nombre oficial en castellano... :)
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