29/4/15

LHEEM

 LHEEM ayer por la mañana. O, lo que es lo mismo, La Herrería, El Escorial, Madrid. JPT está estos días a vueltas con las clases prácticas de la asignatura de Parasitología del Máster de Zoología, y ayer tocaba que los alumnos viesen en directo cómo se capturan los pájaros para tomar muestras. Y como a JPT le venía bien que alguien le echase una mano, como vuelve a ser mi jefe, y como pocas cosas me podrían apetecer más, porque ya ni recuerdo cuándo fue la última vez que trasteé con los bichos en las redes; pues allá que me fui con él.

 Las sesiones de anillamiento dan bastante trabajo, en realidad, y aunque uno se pasa el día tan a gusto en el bosque, rodeado de pajaritos, no es que haya mucho tiempo de andar por ahí prismáticos en mano. De modo que, mientras uno se contenta con que los papamoscas cerrojillos y los picos menores se le acerquen de vez en cuando, reclamando encelados a más no poder, sólo queda tiempo para sacarle fotos a las flores curiosas en el recorrido entre la mesa y las redes y vuelta. Flores conocidas como los jacintos Hyacinthoides non-scripta...

 Y flores desconocidas como esta crucífera que crecía abundantemente al borde de los arroyos, con hojas como de berro y espigas de flores amarillas como las de la vara de Santiago. Si algún lector más ducho que yo en estas cosas me quiere decir qué especie es, agradecido le quedo.

 Esta otra crucífera que sí sé cuál es, la aliaria Alliaria petiolata, alfombraba en general todo el suelo de La Herrería. El nombre le viene a la planta por el olor a ajo que desprende al frotarse.

 Las plantas de arriba, aunque comunes, no destacaban mucho; no así los primeros gamones Asphodelus albus del sotobosque, que se elevaban altivos sobre todas las demás hierbas.

 ¡Otra planta que no sé qué es! Una leguminosa de buen porte, de hojas paripinnadas con zarcillos terminales y pequeñas flores de un granate aterciopelado pegadas al tallo. Ea, el lector al que aludía antes, que se moje otra vez...

Pájaros tuvimos unos cuantos, claro, pero sólo le saqué fotos a éste, el primer picogordo Coccothraustes coccothraustes que veo en mano, un pájaro precioso con un pico capaz de partir limpiamente un hueso de aceituna (imaginaos lo que puede hacer con los dedos de los anilladores... sí, e imaginaréis bien; por suerte es bastante timidillo).

Hacía bastante, como dije arriba, que no sufría los madrugones, el frío y el vadear en el barro asociados al anillamiento. Pero demasiado tiempo también sin la emoción como de noche de Reyes de la espera, de ir a revisar las redes, de poder ver de cerca estos preciosos dinosaurios voladores... la verdad es que echo bastante en falta el trabajo de campo con pajaritos. No dejaré de mirar al cielo cuando estemos cogiendo lagartijas.

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