12/4/15

Dos de tres

 A lo largo de Semana Santa fueron varias las aves raras para la Comunidad de Madrid que se dejaron ver. Desde Orense yo iba dejando pasar los días del calendario, despreocupado primero, y con angustia creciente a medida que se iba acercando la fecha de vuelta, que esos bichos seguían estando ahí, y que tocaba decidir si me acercaba a ver al menos uno de ellos (el único que sería bimbo para mí), nada más bajar del tren el lunes, o faltando al curro entre semana, o este fin de semana, o... Suerte que vino Raquel a rescatarme de todas estas disquisiciones por la vía rápida, y ayer nos marcamos un buen recorrido de sur a norte de la Comunidad. Empezamos en Rivas-Vaciamadrid, donde el Soto de las Juntas, lugar donde hacía años que no venía, lucía así de verde y esplendoroso; rebosante además de aves afanándose en reproducirse por los cuatro costados, tantas que no cabía un trino mas en el aire.

 En un recodo de la laguna que allí hay llevaba como digo días dejándose ver un macho de ave Fénix polluela bastarda Zapornia parva. Las tres polluelas europeas son rálidos de pequeño tamaño y extremadamente tímidos. Son las tres migrantes transaharianas que en España casi nunca crían, dejándose ver normalmente sólo durante los pasos, en primavera y otoño. Pero como decía, son aves tan reservadas que lo de "dejarse ver" es un modo de hablar, y para muchos pajareros, yo incluido, son aves prácticamente mitológicas... Pues bien, de las tres, para más inri la bastarda es la más rara; pero para una que parecía dejarse ver claramente había que intentarlo. Echamos nuestra buena hora y media de guardia, inmóviles, en puntos distintos de la laguna, y al final quiso el dichoso bicho salir de su escondrijo entre las eneas. Más mal que bien, terminamos por verla los tres: Raquel y yo, y otro al que vino Dios a ver, pues justo apareció por allí buscándola cuando acabábamos de encontrarla.

 Con el bicho difícil del día en el morral, seguimos viaje tan ufanos hasta Guadalix de la Sierra, donde debíamos enfrentarnos a la tarea de encontrar un par de porrones raros: sendos machos de porrón bastardo Aythya marila (especie invernante muy escasa en el norte peninsular) y de collar A. collaris (divagante americana), especies ambas que no veía desde hacía años. Como aparentemente ambos se movían acompañando al pequeño contingente de porrones europeos que quedaba en el embalse una vez partidas las aves invernantes, no parecía ser un reto demasiado difícil. En efecto, nada más bajar del coche localizamos el bando de porrones europeos, y al punto entre ellos el de collar. Pero del bastardo, ni rastro... Bueno, realmente si no estaba a la vista con los otros patos era bastante probable que no estuviera, sin más; de modo que dos objetivos cumplidos de tres eran justificación de sobra para sentaros tan tranquilos a comer en el pueblo. 

 Como habíamos hecho caja tan deprisa, y como además las pronosticadas lluvias vespertinas parecían tardar en llegar, pues por entretener la tarde subimos al puerto de La Morcuera, vacío de vacas, tan pronto en el año. Mirando al norte, Peñalara y las montañas adyacentes se veían aún bastante cubiertas de nieve...

 No así nuestra ladera, que aparecía en cambio cubierta de flores. Alfombrados de azafranes serranos Crocus carpetanus estaban los lastonares...

 ... y de narcisos Narcissus bulbocodium los cervunales, más húmedos.

 E, indiferentes a la humedad del suelo, pululaban por doquier los Iberodorcadion (creo) hispanicum, género éste de escarabajos longicornios de montaña tremendamente diversificado en la Península.

 Satisfechos ya, volvimos hacia el sur, puerto abajo hasta Madrid. El de ayer fue un día redondo en que, rarezas aparte, estaba todo lleno de bichos y de plantas y de todo. Días así desde luego son para dar gracias...

... Y si es en buena compañía, mejor que mejor.

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