Lucharon vida y muerte en singular batalla
y muerto el que es la Vida, triunfante se levanta.
¿Qué has visto de camino, María, en la mañana?
A mi Señor glorioso, la tumba abandonada,
los ángeles testigos, sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!
Otras ocasiones en Semana Santa han trascendido en este blog mis reflexiones; éste no, éste las historias británicas se han comido la Semana entera. Pero ha habido Triduo, claro que sí, y algo de puesta a punto interior. Desde la perspectiva de Pedro, la Roca cobarde. Y llorosa. Y perdonada.
A San Pedro de Rocas me acerqué ayer tarde precisamente con mi hermana Alda, al primer monasterio de Galicia, fundado en el S. VI por suevos de nombres romanos y que a lo largo de los siglos ha ido encadenando reforma tras reforma, etapas de actividad y de abandono...
Aunque todos esos vaivenes no han alterado el corazón del mismo: la capilla labrada en el corazón mismo del monte. Como labrados fueron también multitud de sepulcros antropomorfos, que aparecen hoy tanto a cubierto como al aire.
Éstos llenos de agua. Y de renacuajos de (supongo, que no se veía demasiado) sapo. Pero "vacíos", por lo demás. Que es lo que piden las fechas. Feliz Pascua a todos.
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