11/8/11

Envejecimiento prematuro

Cansado de tanta tranquilidad y tanta desconexión (aparente), pedí ayer ayuda fraterna para escapar durante unas horas de la aldea. Volveré esta tarde, sin embargo, con las pilas ya tecnológicamente cargadas.
Con el paso de los años, Vilar de Barrio se va transformando en un pueblo viejo de gente vieja, donde solo las golondrinas comunes (apenas presentes cuando yo era un chavalín) parecen aprovecharse de cada nueva casa que, como las ramas secas que aparecen en los frutales mal cuidados, queda abandonada a su suerte. Y como todo se pega, menos la hermosura, viejo me vuelvo yo también, holgazán y cascarrabias: recorriendo los sofás de la casa, regañando con mi madre y paseando con otros viejos al caer la tarde; sonriendo solo cuando un grupete de pollos de alcaudón dorsirrojo cabezones me recuerdan la belleza de la juventud...

Bueno, pocos días quedan ya de (autoimpuesta, me temo) senectud: este fin de semana nos juntaremos todos, sobrina incluida; y dentro de siete días nos juntaremos unos cuantos más de vuelta en Madrid. Buen despertar será ese...

2 comentarios:

JuanMa dijo...

¡Ah, cómo me reconozco en lo que dices!
Pero yo no tengo que ir al pueblo, porque vivo en él. Mi desconexión en las vacaciones es, en realidad, falta de obligación inminente. Eso hace que me deje invadir por la pereza y que vegete, más que descansar.
Y ya que mencionas la influencia de los viejos de alrededor, llevo tiempo sintiendo esa llamada del abismo de las ganas de jubilación, de decir: "nunct dimittis". Y, sin embargo, no estoy seguro de poder decir "¡Misión cumplida!"

Antón Pérez dijo...

Está claro que la inactividad es un arma de destrucción masiva de las peores... Gracias por comentar.